domingo, 15 de octubre de 2006

El casino Punto y Banca busca un nuevo gerente

El ex comisario Julio César Garachico, cara visible del casino de Puerto Madryn durante más de una década, se esfumó de la ciudad cuando trascendió que Jorge López lo incluyó entre los torturadores al servicio de Etchecolatz.

Por Diego Martínez

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Julio César Garachico fue señalado por Julio López como integrante de la patota de Etchecolatz.

Hasta el domingo pasado fue un hombre exitoso. Como gerente de la cadena de casinos Punto y Banca repartía sus días entre Puerto Madryn y Esquel. Hasta la sanción de la ley de Obediencia Debida estuvo procesado por la desaparición de Patricia Huchansky y Carlos Simón, pero el vecindario ignoraba el dato. En los ’90 no se privó de pasear en limousine a celebridades menemistas como Gerardo Sofovich, Moisés Ikonicoff o los hermanos Spadone para publicitar el alto target de la empresa. También fue su cara visible en actividades benéficas o ante el Concejo Deliberante. En 1999 durante el Juicio por la Verdad de La Plata su nombre reapareció vinculado con el centro clandestino que funcionó en la comisaría 5ª y con la patota del condenado Miguel Etchecolatz, pero ni él ni sus patrones se dieron por aludidos. Recién esta semana, cuando El Diario de Madryn advirtió su apellido entre los torturadores señalados por el testigo desaparecido Jorge Julio López, el ex comisario de la policía de la provincia de Buenos Aires Julio César Garachico comprendió que nunca más pasará desapercibido ni siquiera en la acallada ciudad patagónica. Desde el lunes se ignora su paradero.

Sesentón, robusto, canoso, tez trigueña, osco en sus expresiones y de carácter fuerte, Garachico siempre se hizo notar. Desde mediados de los ’60, según registros de la ex Dipba, integró un “comando de la represión” dependiente de la Dirección de Investigaciones, donde prestó servicios durante la guerra sucia. Retirados de la fuerza como José Félix Madrid, Bernabé Jesús Corrales o Tomás Rotella lo recordaron durante el Juicio por la Verdad como miembro de la Unidad Regional de La Plata. La ex mujer de Rotella agregó que su marido, junto con Manuel Aguilar y “un oficial de apellido Garachico”, mantenían relación con Etchecolatz y juntos habían quemado “una montaña de libros, fotos y carpetas” en una quinta de Olmos. La mujer rescató “un librito” que podría ser el diario de una desaparecida: “Decía que la habían torturado, que en invierno hacía mucho frío, le habían tirado una frazada y luego se la sacaron”. El ex cabo Leopoldo Campano, hermano de dos desaparecidos, acotó que “se lo nombraba como una persona fuerte y violenta”. Cuando Miguel Angel Bellomo escuchó al camarista Leopoldo Schiffrin explicar que la comisaría 5ª “era un lugar del que no se salía sino raramente”, el ex policía sugirió que llamaran a declarar “a Julio Garachico, que era oficial inspector, jefe de calle y subjefe del Comando de Operaciones de la Unidad Regional. La comisaría 5ª era un punto estratégico del Area Operacional, de ahí emanaba la mayoría de las órdenes. El que dice lo contrario es un hipócrita”. Por ese lugar pasaron alrededor de 180 personas, de las cuales 62 permanecen desaparecidas, delitos por los cuales ya hay siete policías detenidos.

También las víctimas lo nombraron. “Chicha” Mariani, que hace treinta años busca a su nieta Clara Anahí, declaró que como “oficial principal y ex jefe del servicio externo de la unidad regional” Garachico participó del operativo en el cual secuestraron a su nieta y masacraron a su nuera Diana Teruggi y a los militantes peronistas Daniel Mendiburu Elicabe, Roberto Porfirio y Juan Carlos Peiris. Finalmente, el 28 de junio Jorge Julio López detalló su cautiverio en el destacamento de Arana, la estancia La Armonía y las comisarías 5ª y 8ª. Contó que un día “llegó Etchecolatz con el grupo de picaneadores” entre quienes reconoció “a Garachico, Aguiar y Urcola, que después fue comisario, y también a Manopla Gómez, que pegaba patadas. Allí nos volvieron a torturar”. En Arana vio cómo maltrataban a Patricia Dell’Orto y Ambrosio de Marco, a quienes conocía de su unidad básica en Los Hornos. El día que estalló una bomba en la jefatura de la bonaerense, la misma patota llegó al centro clandestino y fusiló a la pareja y a un paraguayo de apellido Rodas. Patricia gritaba que no la mataran, que quería criar a su hija. “Por cada soldado que muera van a morir cinco de ustedes”, les advirtieron.

El domingo pasado la periodista Marisa Rauta, directora de El Diario de Madryn, advirtió desde su editorial la importancia de prestar atención sobre “lo que dijo y a quiénes sindicó con nombre y apellido” el testigo López. Mientras chequeaba su prontuario y coordinaba con otros medios la difusión conjunta de la noticia para evitar represalias (el ex comisario había presionado al diario luego de un artículo sobre adicción al juego), Garachico se esfumó de Madryn. Desde el lunes no hay señales de vida en su enorme casa de Juan José Paso 179. Rápida de reflejos, Punto y Banca SA informó en un memo interno la “desvinculación” del gerente, aunque el responsable de dar la noticia, Raúl Juan Dindart, dijo desconocer los motivos. Es raro: en la ciudad de las berenjenas gigantes cuentan que Garachico nunca negó haber integrado la Bonaerense durante la guerra sucia.