miércoles, 31 de diciembre de 2008

“Se necesitan acciones más enérgicas”

Críticas de los organismos de derechos humanos por la acordada de la Corte sobre los juicios a los represores

Los querellantes señalaron que no se ordenaron medidas concretas y que el diagnóstico está desactualizado.

Por Diego Martínez
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La Corte emitió una acordada ante la posibilidad de que veinte represores salieran en libertad.

Excepto por la exhortación a los jueces para que se sacudan la modorra y por la insinuación de utilizar sus facultades de superintendencia por medio de la flamante Unidad para Delitos de Lesa Humanidad, la acordada que la Corte Suprema de Justicia emitió el lunes como reacción a la polvareda que levantó la orden de la Cámara de Casación de liberar a Astiz, Acosta & Cía. generó un amplio rechazo de organismos de derechos humanos y querellantes en causas a represores. “Tardía, reiterativa, indignante”, fueron algunos de los calificativos que sondeó Página/12.

El informe que acompañó la acordada atrasa no menos de seis meses. Para los cortesanos, el juicio de Neuquén que terminó el 18 de diciembre aún “se está celebrando”, el que hace seis meses concluyó con la condena al general Carlos Caggiano Tedesco está “en etapa de juicio oral” y la causa de los ex jefes de áreas militares porteños “se podría incorporar” con la de Jorge Olivera Rovere. La unificación ya es un hecho y el juicio tiene fecha de inicio.

“Es insuficiente. A partir de un diagnóstico conocido y desactualizado, la Corte no ordena medidas concretas para superar los obstáculos que describe”, consideró Andrea Pochak del CELS. “Las agencias del Estado siguen actuando sin coordinación. Existe una unidad del Ministerio Público que realiza gran parte de las funciones que la Corte encomienda a la unidad de superintendencia. La problemática reclama acciones más enérgicas”, afirmó.

“Ratifica lo que venimos documentando hace dos años”, apuntó Jorge Auat, titular de la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento que depende de la Procuración General de la Nación. “Admite que el Poder Judicial debe asumir su responsabilidad por la mora, abona el reclamo de celeridad y los problemas que venimos marcando y terminan de hacer crisis ahora”, resumió. Consultado sobre la creación de una unidad de superintendencia, Auat consideró que “cuando se asume el déficit y se identifican las causas, ya se está en camino de solucionarlo y toda herramienta puede ser idónea”. “Lo importante es la actitud que pone de manifiesto. Es fundamental que la unidad tenga capacidad operativa para dar las respuestas que las circunstancias exigen”, agregó. “Es muy importante que haya exhortado a los jueces a buscar mecanismos para que las causas avancen en coordinación con el Ministerio Público. Ahora hace falta que los jueces tomen nota”, rescató Pablo Parenti, coordinador de la unidad fiscal.

“Llega tarde. Los problemas tienen años, la Corte debió haber tomado cartas hace tiempo. Enumera obviedades que no profundiza, no da pautas generales porque no puede, pero tampoco específicas”, lamentó Ana Oberlin, de H.I.J.O.S. “La creación de la unidad es correcta en tanto canalice los pedidos del resto de los actores y sirva como contralor para los jueces que demoran causas, pero de nada servirá si se convierte en otra instancia burocrática que sobrecargue a los jueces que trabajan”, advirtió.

“No soluciona nada, no reestructura, no evita que liberen represores, sólo reitera lineamientos de la Procuración”, consideró Guadalupe Godoy, de Justicia Ya! “Es una actualización falaz del que hace un año hizo (José Luis) Mandalunis”, titular de la Unidad de Asistencia y Seguimiento que la Corte creó en julio de 2007 con facultades similares a la que anunció el lunes. “Sindican a las querellas como responsables de pedir juicios por todos los hechos cuando ninguna causa se retrasó por las querellas. Están disfrazando de discusión jurídica un debate político: el de los límites del juzgamiento. Pretenden que aceptemos juzgar sólo casos paradigmáticos”, intuyó Godoy. “Es indignante que se señale como problema la exigencia de investigaciones completas y no fragmentadas. Las querellas tenemos el deber de pedir que se impute a todos los responsables y no a algunos como de hecho ocurre”, coincidió Oberlin.

“Reconoce en forma implícita que el Estado incumple su obligación de garantizar plazos razonables”, rescató Luciano Hazán, de Abuelas de Plaza de Mayo. “Asume con timidez el gobierno del Poder Judicial, espacio alarmantemente vacío, y reconoce por primera vez la necesidad de un cambio profundo en un proceso penal ineficaz y violador de garantías. Sin embargo, mira para otro lado ante problemas evidentes y sólo se dedica a pedir recursos, salida corporativa y conservadora. En esa tónica, avala la violación de la ley que oralizó los recursos al seguir a los jueces de Cámara en su intención de limitar la norma pero no da ningún argumento ni estudio que demuestre la imposibilidad del cambio. Mientras tanto la Cámara del Crimen aplica la ley con esfuerzo y sin su respaldo”, explicó.

“La Corte habla de demoras pese a que tiene una responsabilidad enorme y tardó dos años en resolver un incidente. Su rol en casos como Bussi o Patti da vergüenza. Enumera problemas que todos conocemos”, afirmó Pablo Llonto, abogado de la causa Campo de Mayo. “El problema es estructural. La Justicia está colapsada. Cada vez se presenta más gente, tratan de meter miles de casos en una botella y a cinco años de su reapertura las megacausas ESMA y Campo de Mayo no tienen un solo condenado. Es una situación especial y merece un tratamiento especial”, planteó Llonto.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Una línea de conducta

Un camarista federal de Bahía Blanca fue denunciado por persecución gremial y discriminación

Néstor Montezanti, quien fue asesor del represor Adel Vilas, afronta un pedido de juicio político presentado por la Unión de Empleados Judiciales. En 2007, la entidad se quejó ante la Corte Suprema por “condiciones de trabajo humillantes y vejatorias” en ese tribunal.

Por Diego Martínez
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“La perturbación al orden jerárquico no es tolerable y debe ser sancionada.” Impugnar una designación es “una falta gravísima de respeto al Superior”. “Dejar pasar esa insolencia conduciría a la anarquía.” Tan bellas palabras no fueron escritas a principios del siglo XX por un celador del colegio militar sino en estos días por miembros de la Cámara Federal de Bahía Blanca. El tribunal que declaró inconstitucionales las leyes de impunidad en 1987 es hoy un reducto de empleados aterrorizados y delegados gremiales perseguidos, escenario que derivó en reclamos e impugnaciones. Mientras los trabajadores esperan una respuesta de la Corte Suprema de Justicia, la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación presentó un pedido de juicio político ante el Consejo de la Magistratura contra Néstor Montezanti, cara visible de Sus Señorías, quien supo lucir en su estudio un certificado de la “Liga Anticomunista Argentina” firmado por el general Carlos Suárez Mason, comandante del Cuerpo V de Bahía Blanca en pleno apogeo de la Triple A.

Firman la denuncia de la UEJN su secretario general, Julio Piumato, y el de relaciones institucionales y de derechos humanos, Oscar Pringles. Acusan a Montezanti por mal desempeño, violación de los deberes de funcionario público, “una clara actitud antisindical” que en 2007 denunciaron ante la Corte, y “condiciones de trabajo humillantes y vejatorias”. Enumeran abusos de autoridad, prolongación desmedida de la jornada de trabajo, trato despectivo y discriminatorio para con los empleados que desarrollan tareas gremiales (pidió que se excluya a “representantes problemáticamente gremiales” del jurado que analiza exámenes de ingresantes), desequilibrios emocionales que conspiran contra el buen funcionamiento de la justicia, dilaciones y entorpecimientos en causas por delitos de lesa humanidad. Los dirigentes no descartan extender la denuncia a los jueces que adhieren a las decisiones del magistrado.

Como publicó este diario, Montezanti fue reconocido en 1974 en medio del grupo de matones que ocupó la Universidad Tecnológica Nacional y pronto se convirtió en la Triple A de Bahía Blanca. En 1975 el miembro más célebre de esa organización criminal lo propuso como defensor cuando la Justicia lo citó por el asesinato de David Cilleruelo, militante de la Federación Juvenil Comunista acribillado en un pasillo de la Universidad Nacional del Sur. En la causa no consta que Montezanti haya actuado en defensa de Jorge Argibay, que sin abogado y pese a haber disparado ante varios testigos no estuvo un solo día preso. El mismo año el abogado rechazó una oferta de las fuerzas vivas bahienses para asumir como juez federal, cargo que ocupó Guillermo Madueño, quien tres décadas después tiró la toga cuando el Consejo de la Magistratura se aprestaba a juzgarlo por su complicidad con los crímenes de lesa humanidad en Bahía Blanca.

Montezanti no ocultaba entonces su militancia. “Hoy día tendremos que librar nuestra batalla de Obligado, porque si en 1845 la soberanía estaba en peligro, hoy también lo está”, anunció a fines de 1973 en un acto en el Parque de Mayo. En 1987 asesoró al general Adel Vilas, cara visible del terrorismo de Estado en Bahía Blanca, relación que lo obligó a apartarse de las causas de la dictadura. “Es preciso emplear el terror para triunfar en la guerra. Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos”, escribió doce años atrás el “Führer”, como lo llaman sus alumnos.

Desde el cadalso

En 2007, como presidente de la Cámara Federal de Bahía Blanca, Montezanti obtuvo el respaldo de sus colegas Angel Argañaraz, Ricardo Planes y Augusto Fernández para ordenar el traslado compulsivo de Sandra Martínez Borda, vocal de la UEJN. Ante un amparo, la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo ordenó a los jueces dar marcha atrás y respetar el procedimiento que fija la ley de asociaciones sindicales. Lejos de acatar la resolución, la calificaron de “escandalosa”, de “inveterada gravedad institucional” y pidieron la intervención de la Corte Suprema de Justicia para que “restaure el quicio (sic) institucional” y “se paralicen los efectos” de la medida. La Corte no hizo lugar. El mes pasado, la jueza Ana María Etchevers calificó la decisión del cuarteto de “arbitraria e ilegal”, les ordenó reintegrar a Martínez Borda a su trabajo e indemnizarla por daño moral. La noticia sólo circuló de boca en boca porque la Cámara también prohibió que se distribuyan sin autorización comunicados que no provengan de entes oficiales. El 3 de diciembre, en el Colegio de Abogados que funciona en el diario La Nueva Provincia, donde Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola encabezaron reivindicaciones de sus compañeros hasta que durante la última dictadura los acribillaron a balazos, el juez Planes disertó sobre “Libertad Sindical”.

La tensa relación de Sus Señorías con los trabajadores no es nueva. En 2005 la Cámara nombró a una abogada en reemplazo de una prosecretaria licenciada por enfermedad, postergando a personal más antiguo sobre el que no existían reparos, tal como apuntó en su disidencia el juez Luis Cotter. Once empleados y la UEJN impugnaron la acordada pero fueron rechazados, en el segundo caso con el argumento de que “no existen intereses colectivos a resguardar”. El voto de Montezanti y Argañaraz califica a una de las presentaciones como “indecente” y “desvergonzada”, y apunta que los escritos sugieren “un mismo autor intelectual”, cuya caza no tardó en desatarse, según los denunciantes.

Ese mismo año, sin respetar a empleados más antiguos, la Cámara nombró a una pasante en una vacante de escribiente. Diez trabajadores y la UEJN impugnaron la acordada. Una vez más fueron rechazados. “En treinta años de antigüedad en la Justicia jamás he visto que los empleados de un tribunal (...) puedan actuar como fiscales o censores” de una designación, “señalándole a este cuerpo que ha desconocido normas de máxima” y haciendo “expresa reserva de recurrir al más alto tribunal en avocamiento”, escribió Argañaraz y adhirió Montezanti. Se trata de “una falta gravísima de respeto al Superior” y “dejar pasar esa insolencia conduciría a la anarquía”, alertaron. “La perturbación al orden jerárquico no es tolerable y debe ser sancionada”, propusieron, “no exonerando de responsabilidad al ‘patrocinio sindical’ en cada escrito”. Desde su rincón solitario, Cotter destacó que “no puede concebirse que quienes cuestionan respetuosamente lo decidido por el Superior sean pasibles de sanción”.

Cuando la UEJN interpuso un recurso, una prosecretaria propuso a los impugnantes levantarles el apercibimiento a cambio de que no suscribieran el escrito y se disculparan ante los jefes. Cinco se resignaron a hacerlo. Al aceptar una disculpa Argañaraz le propuso a una empleada “una profunda reflexión”. Montezanti adhirió. “No siempre un pedido de disculpas basta para excusar una impertinencia”, escribió. La Corte dejó sin efecto las medidas dispuestas contra quienes se quejaron de las decisiones de sus superiores. Para evitar la reiteración de conflictos por motivos similares la Cámara solicitó que se la autorice a “apartarse del reglamento de Justicia de la Nación y poder nombrar a cualquier agente, aunque no se encuentre en la categoría inmediata inferior a la de la vacante”, destaca la denuncia.

El escrito de Piumato enumera irregularidades en la designación de empleados de la Secretaría de Derechos Humanos del juzgado federal, a quienes la Cámara asigna tareas en supuestas “causas análogas” a las que investigan los crímenes del Cuerpo V y la base naval de Puerto Belgrano. Montezanti también intervino en una causa en la que estaba excusado, relacionada con apropiaciones en el centro clandestino La Escuelita, quitándola de la órbita de la Secretaría ad hoc del juzgado. Pese a que está excusado para actuar en causas por delitos de lesa humanidad por sus consejos a Vilas, responsable de La Escuelita, en aquel caso, además de intervenir, opinó que “la Armada es una institución fundamental” más allá de que “algunos vesánicos la hayan empleado para sus tropelías”. Pese a que no era el tema de debate, Cotter le recordó que “hay cosa juzgada acerca de que la cúpula militar trazó y ejecutó planes criminales que cumplieron todas las fuerzas”, “ninguno de los planificadores o ejecutores ha sido declarado inimputable por vesania”, y “contra la desmemoria y el ocultamiento de la verdad” le aconsejó leer la sentencia del Juicio a las Juntas.

Quienes comparten pasillos con Montezanti & Cía. explican que la denuncia es una muestra ínfima del clima que padecen. Un secretario pidió licencia psiquiátrica luego de recibir tres sanciones en un mes. A quienes recurren sus calificaciones los derivan a la junta médica con la esperanza de que los declaren insanos. Tampoco falta el nepotismo. El hijo de Argañaraz, contador público, es secretario del juez federal Ramón Dardanelli Alsina. Su nuera es relatora del camarista Planes. El hijo de Augusto Fernández es secretario de Derechos Humanos del juez Alcindo Alvarez Canale. Todo queda en familia.

Los empleados esperan que la Corte responda a sus planteos. En marzo, la Cámara le denegó al juez Cotter, tras su licencia por enfermedad, la facultad de reasumir la presidencia. El magistrado planteó el tema a la Corte pero se jubiló sin respuesta. Días atrás, los empleados de la justicia homenajearon al ex presidente del primer tribunal del país que declaró inconstitucionales las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Montezanti & Cía. lo honraron con sus ausencias.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Las causas que buscan justicia

Otros dos procesos avanzan en Entre Ríos
Por Diego Martínez

La causa Area Paraná es la mayor de Entre Ríos en cantidad de casos, casi 70, pero no la única. La jueza federal subrogante Miryam Gallizi investiga también a los responsables de la supresión de identidad y la apropiación de los hijos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela –cuya hija recuperó su identidad el martes pasado–, causa que tiene seis procesados con prisión preventiva.

Cinco de ellos son ex miembros del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario: el coronel Pascual Guerrieri, con arresto domiciliario; Walter Pagano, Marino Héctor González y Jorge Alberto Fariña, en la Unidad Penal 34 de Campo de Mayo, y Juan Daniel Amelong, en el penal de Marcos Paz. El anestesista Juan Antonio Zaccaría, que intentó suicidarse sin éxito veinte días después de ser procesado, está alojado en la cárcel de Paraná. En febrero, horas antes de declarar y con un tiro en la cabeza, sí cumplió su cometido el ex agente de Inteligencia Alberto Navone, que debía rendir cuentas en el mismo expediente.

También en Concepción del Uruguay, el juez federal Guillermo Quadrini instruye tres causas por delitos de lesa humanidad, cuya unificación analiza por sugerencia de la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de la Procuración General de la Nación. Por secuestros y tormentos contra 17 estudiantes secundarios fueron procesados con prisión preventiva el coronel Juan Miguel Valentino, ex jefe del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada II de Gualeguaychú, preso en Campo de Mayo, y el suboficial de policía Julio César Rodríguez, alojado en Marcos Paz. Evitaron la indagatoria con certificados médicos los generales Albano Harguindeguy, Ramón Díaz Bessone, Juan Carlos Trimarco, Raúl Federico Schirmer y el comisario inspector José Darío Mazzaferri. Por secuestros, tormentos y desapariciones en Concordia y Gualeguaychú también investiga al general Naldo Miguel Dasso, al teniente coronel Jorge Enrique Echeverría, al ex gobernador interventor de Entre Ríos brigadier Rubén Daniel Di Bello y al ex comisario Marcelo Andrés Pérez. Ninguno fue citado aún a prestar declaración indagatoria.

El vicario que predicaba el terror

Revelaciones sobre un ex titular de la Conferencia Episcopal en la dictadura

En la causa por delitos de lesa humanidad en Entre Ríos, los testigos contaron que el fallecido Adolfo Tortolo justificaba las torturas y los crímenes cometidos con “armas bendecidas”.

Por Diego Martínez
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Tortolo fue arzobispo de Paraná y murió sin castigo en 1986.

En diciembre de 1975, como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y vicario general castrense, Adolfo Servando Tortolo, anunció un inminente “proceso de purificación”. Después del golpe de Estado, advirtió que “los principios que rigen la conducta del general (Jorge) Videla son los de la moral cristiana”. Cuando el país era un gran campo de concentración, defendió la tortura ante sus pares con argumentos de teólogos medievales. Murió impune en 1986. En las últimas semanas, su nombre resurgió con fuerza en el marco de una causa por crímenes de lesa humanidad: sobrevivientes de centros clandestinos de Entre Ríos relataron que el entonces arzobispo de Paraná recibió a personas secuestradas en su residencia, las visitó en cautiverio, vio cuerpos deshechos por la tortura y predicó el “por algo será” ante hombres que horas después desaparecieron para siempre.

El paso cansino de los procesos reabiertos hace un lustro, sumado al largo cuarto de siglo de impunidad plena que lo precedió, deriva en situaciones insólitas. Víctimas del terrorismo de Estado, organismos de derechos humanos y hasta periodistas de Entre Ríos vivieron con euforia, como si se tratara de un verdadero juicio, una de las primeras etapas de la causa con mayor cantidad de víctimas de la dictadura en Paraná: la de las declaraciones testimoniales, el relato de los padecimientos en cautiverio en manos de militares y policías aún libres y sin castigo.

“Son las primeras testimoniales desde la reapertura de la causa en 2004 y después de treinta años de haber sufrido desapariciones, cárcel y consejos de guerra lo estamos viviendo como si hubiera llegado el momento del juicio y castigo”, admite Alicia Dasso, testigo y miembro de la Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos de Entre Ríos (Afader). “Estamos empeñados en demostrar que el terrorismo de Estado fue para todo un pueblo. Como querellantes y como organismos, tratamos de estar en la calle porque, para peor, el proceso se rige por código viejo, es totalmente cerrado”, lamenta. La causa se conoce como Area Paraná, está a cargo de la jueza subrogante Myriam Stella Gallizi y estuvo paralizada durante casi cuatro años por planteos dilatorios de los imputados.

Las audiencias a puertas cerradas, que se revertirían en la etapa final tal como ocurrió en Capital Federal con los jefes del Batallón de Inteligencia 601, se tradujeron cada jueves del último mes en actividades artísticas organizadas por Hijos regional Paraná para celebrar las audiencias y repudiar su publicidad acotada. También el Consejo Superior de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, donde ofician de docentes varios testigos de la causa, resolvió acompañarlos públicamente.

La causa concentra secuestros, torturas y homicidios en la subzona 22, que incluyó centros de detención en el escuadrón de Comunicaciones de la Brigada de Caballería Blindada II, en cercanías de la Base Aérea y en la Unidad Penal 1 del Servicio Penitenciario provincial, todas en Paraná. Entre la docena de imputados se destacan el general Juan Carlos Trimarco, ex comandante de la Brigada, y el capitán auditor Jorge Humberto Appiani, el socio del estudio jurídico de Jorge Olivera que faxeó a Italia la partida de defunción falsa de Marie Anne Erize para lograr la liberación de su amigo, detenido por segunda vez el mes pasado.

De los testimonios difundidos por Afader, Hijos y la Asociación de ex Presos y Exiliados Políticos “La Solapa” queda claro que el rol de Tortolo es equiparable al de los principales acusados. Un testigo relató:

–Recuerdo una noche de tortura, que fue corta. Me llevaron a los calabozos y sentí muchas voces en el trayecto. Era algo normal (...) Vi cómo sacaban a un muchacho que estaba a la izquierda de mi calabozo. A los 15 o 20 minutos lo trajeron y le pregunté: “¿Qué pasa que hay tanto revuelo, para qué te sacaron?”. “Vino Tortolo a verme. Y le pregunté: ‘¿Vos denunciaste lo que está pasando acá?’ Me respondió que no, me dijo solamente: ‘Si estás acá, por algo será’.” Al día siguiente el muchacho desapareció.

Tres testigos contaron que el arzobispo los visitó en la cárcel y dio misa el 24 de diciembre de 1976. “Fue humorístico porque dijo ‘a los comunes me los sentás de este lado, a los subversivos de este otro’”, relató uno. “Le decían lo que pasaba y él se tapaba los ojos”, confió otro. “Dijo que, si alguien deseaba hablar con él, podía hacerlo. Yo le conté lo que sucedía y le pregunté por qué mataban gente. Tortolo me dijo: ‘Si ellos matan gente, las armas están bendecidas. Ustedes matan con armas sin bendecir’. Le aclaré que no había matado a nadie y me dio dos cachetadas porque no había dicho la verdad. Si alguien recibía una cachetada, era porque había dicho la verdad”, agregó el tercero.

“A Coco Erbetta lo llevaron una noche, estando en Comunicaciones, a hablar con monseñor Tortolo a la residencia del arzobispo, en el Parque Urquiza. Estuvo varias horas con él. Coco le comentó la situación de todos los detenidos (...) Esa misma noche lo llevaron y nunca más volvió. Tipo 6 de la mañana vi pasar una camilla con un cuerpo ensangrentado, tapado con una sábana blanca. Había médicos y supuse que era el cuerpo de Erbetta”, declaró un sobreviviente. Victorio José Erbetta fue secuestrado el 16 de agosto de 1976 y visto por última vez siete días después, en el Escuadrón de Comunicaciones. En cautiverio, le contó a un ex compañero de secundario que tenía esperanzas de salir vivo con la ayuda de la Iglesia, ya que había militado en la Acción Católica.

La muerte le evitó a Tortolo tener que seguir los pasos de Cristian von Wernich, pero no un final acorde a su obra. Según los seminaristas de Paraná que lo cuidaron durante el largo deterioro de su mente, entrevistados por Emilio Mignone para su libro Iglesia y Dictadura, hasta el final el ex presidente de la Conferencia Episcopal Argentina deliraba a los gritos que su madre estaba desaparecida.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Marche un pedido de captura para un tapado

EL JUEZ TORRES PIDIO LA DETENCION DE HUGO SIFFREDI Y OTROS MARINOS
Por Diego Martínez

Hugo Héctor Siffredi fue hasta ayer un tapado feliz. Luego de cuatro décadas de carrera militar, que culminó hace apenas cinco años e incluyó destinos reconfortantes para un hombre inquieto por el espionaje de entrecasa, como la jefatura del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), el juez federal Sergio Torres pidió ayer su captura a la Policía Federal para indagarlo por su rol en delitos de lesa humanidad hace treinta años, cuando asistía en el SIN al fallecido capitán de navío Eduardo Invierno.

Mientras nuevos fragmentos de la megacausa ESMA se acumulan en el Tribunal Oral Federal 5, que aún no fijó fecha para el comienzo del primer juicio oral y público a oficiales de la Armada, Torres ordenó otra docena de detenciones. La lista incluye al capitán de fragata retirado Juan Arturo Alomar, un tripulante de helicópteros que en las postrimerías del menemismo ingresó a Aeropuertos Argentina 2000, empresa para la que aún trabaja como administrador en la delegación Río Grande, en Tierra del Fuego.

Siffredi nació en Bahía Blanca en 1947. Sus inquietudes por escudriñar en organizaciones políticas comenzaron en marzo de 1976, antes del golpe de Estado, cuando un explosivo detonó en la casa de su padre homónimo, un capitán de navío retirado que luego se reincorporó a la fuerza. En 1977 hizo su primer curso en la Escuela de Inteligencia Naval y durante el resto de la dictadura sólo vio barcos por fotos. En 1978 mostró sus dotes en el oficio de agente como subordinado del célebre Invierno y del segundo jefe del SIN, capitán de fragata Domingo Francisco Ladaga, y un año después bajo el mando del contraalmirante Jorge Demetrio Casas y del capitán de navío Eduardo Girling. El SIN tuvo su centro clandestino propio en una casa pegada a la Panamericana, aunque también tuvo a sus víctimas secuestradas en la Capuchita de la ESMA. Denunciado hace menos de un año como enlace con la ESMA, Siffredi hizo carrera sin obstáculos, llegó a ser jefe de la estratégica base naval de Puerto Belgrano y se retiró a principios de 2004. No sería un hombre querido por sus subordinados.

El resto de los marinos que Torres ordenó detener al regresar de su periplo europeo tuvieron carreras más modestas. Según el dictamen del fiscal Eduardo Taiano que solicitó en 2005 sus detenciones, el capitán de navío Luciano Becerra fue jefe del departamento general de la ESMA entre 1979 y 1980, en tanto el capitán de navío contador Guillermo Horacio Pazos actuó como jefe de logística del Grupo de Tareas 3.3.2 entre 1979 y 1981. El capitán Juan Alomar prestó servicios en la Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros, que según contó el cabo Raúl Vilariño en 1984 era una cobertura para sus reales actividades en el G.T. 3.2.2. En la ESMA habría actuado con el alias “Ariel”, como teniente de navío, entre 1979 y 1980. Antes de ingresar a AA 2000, Alomar integró cargos directivos en las sociedades anónimas Ranger 4 y Helicópteros Marinos.

La lista de Torres incluye a represores denunciados en octubre por Justicia Ya!, como Francisco Armando Di Paola, alias Chino, y Rodolfo Oscar Cionchi, alias Gordo Tomás, acusado de torturar al sobreviviente Enrique Fuckman y de asesinar a Daniel Echeverría. El juez ordenó también las detenciones de Randolfo Scacchi y de los suboficiales retirados Omar Eyzaguirre, alias Ratón, Héctor Francisco Polchi (Cholo o Román), Antonio Rosario Pereyra (Leonardo, sosías Elías Sisro), Orlando González (Hormiga o Miguel) y Daniel Humberto Baucero (Narigón o Garbossa). Fuentes judiciales informaron que varias de las detenciones se concretaron anoche, aunque no trascendieron las identidades.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Cuatro beneficiados por Casación

CONCEDEN EXCARCELACIONES A POLICIAS CORDOBESES
Por Diego Martínez

La Cámara Nacional de Casación Penal concedió excarcelaciones y ordenó la liberación de cuatro ex miembros del Departamento de Informaciones (D2) de la policía de Córdoba. Los policías quedaron formalmente en libertad en la causa “Vergez”, que investiga los secuestros, torturas y homicidios de 21 militantes políticos en la primera quincena de enero de 1976, pero seguirán con prisión preventiva por orden de la jueza federal Cristina Garzón de Lascano por la ejecución de presos que retiraban de la cárcel de San Martín en los meses posteriores al golpe de Estado, en la causa denominada Alsina o “Unidad Penal 1”.

Los beneficiados por Casación son “el Tucán” Carlos Alfredo Yanicelli, “el Turco” Yamil Jabour, Luis Alberto “Cara con Riendas” Lucero y Carlos Hugo Villaruel, recordados por sobrevivientes como miembros del grupo duro de torturadores del D2, antes y después del golpe de Estado. Fueron detenidos en marzo de 2007 y por decisión de Garzón de Lascano pasan sus días en la Guardia de Infantería de la misma fuerza en la que militaban cuando cometieron los delitos, un lugar de detención de privilegio similar al que alojó al prefecto Héctor Febres hasta su muerte con cianuro y al teniente coronel Julián Corres hasta su fuga.

Las agrupaciones locales de H.I.J.O.S., Familiares, Abuelas de Plaza de Mayo y la Asociación de Ex Presos Políticos consideraron, luego de conocer la noticia, que los criterios garantistas son “absolutamente válidos aplicados en general”, aunque destacaron la imposibilidad de que los represores en cuestión superen el test fijado por la propia jurisprudencia de Casación. Por el tipo de delitos que se les imputan y las altas penas en juego, es altamente probable que intenten evadir a la Justicia, señalaron. Las pruebas que lo certifican tienen nombre y apellido. Herminio “Boxer” Antón, compañero de tareas de Yanicelli & Cía, lleva ya dos años en la lista de prófugos. El coronel César Emilio Anadón, ex jefe del Destacamento de Inteligencia 141 que regentaba La Perla, se suicidó mientras gozaba de arresto domiciliario.

En tanto, no se acelere el paso de tortuga de los procesos judiciales para llegar a juicios en el corto plazo y la Cámara de Casación continúe excarcelando indiscriminadamente a imputados por delitos de lesa humanidad, tarde o temprano la mayor parte de los 500 represores procesados con prisión preventiva en el último lustro recuperarán su libertad. Córdoba tuvo durante 2008 el juicio oral y público más impactante del país, que culminó con la condena al general Luciano Menéndez y siete de sus subordinados. La próxima cita, prevista para mediados de 2009 pero aún no confirmada, sería para juzgar a los imputados en la causa UP1 y tendría en el banquillo al dictador Jorge Rafael Videla, al condenado Menéndez, a sus muchachos del Destacamento 141 y a la patota del D2. Siempre que Casación no los libere y decidan guardarse.

Un descanso para Su Señoría

PELIGRA EL JUICIO POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD EN SAN LUIS

Uno de los jueces del tribunal oral dijo que debía guardar diez días de reposo. Es el tiempo máximo que un proceso puede suspenderse sin que pierda validez. Sus colegas piden que se aparte y dicen que le mandarán un perito forense para que lo revise.

Por Diego Martínez
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El tribunal oral de San Luis está integrado por Raúl Rodríguez, Roberto Naciff y Roberto Burad.

Supuestos problemas de salud del juez mendocino Roberto Burad, sumados a su negativa de excusarse para facilitar su reemplazo, derivaron en una nueva suspensión del primer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad de Cuyo y ponen en peligro la continuidad del proceso. El magistrado presentó el martes un certificado médico que le ordena realizarse estudios de rutina y guardar diez días de reposo. Se trata del máximo tiempo posible que un juicio oral puede interrumpirse sin perder validez. Los otros dos miembros del Tribunal Oral Federal de San Luis pusieron en duda su imposibilidad real de asistir a las audiencias y le solicitaron que decida si quiere excusarse y disfrutar de la feria de enero o bien prefiere que lo revisen peritos médicos de la Corte Suprema de Justicia. Si el magistrado no da una respuesta hoy, sus colegas se verán obligados a suspender las declaraciones testimoniales previstas para el lunes.

Desde la reapertura de las causas por delitos de lesa humanidad, jueces de todo el país fueron noticia por su lentitud para ordenar detenciones, para indagar a los detenidos y pronunciarse sobre la situación de los indagados. También fueron cuestionados por permitir el alojamiento de represores en prisiones VIP, por usar de guardiacárceles y che pibe a oficiales de las Fuerzas Armadas, por su incapacidad para evitar fugas y suicidios, por restringir la publicidad de las audiencias, y, por excarcelar a pesos pesados de la represión ilegal. Pero nunca, hasta estos días, un juez había trascendido por generar la suspensión de un juicio en pleno desarrollo.

El juicio por secuestros, tormentos y un homicidio en San Luis durante la última dictadura, con dos militares y tres ex policías como acusados, estuvo suspendido durante nueve días en noviembre gracias a un planteo de recusación formulado por Hernán Vidal, defensor del capitán retirado Carlos Esteban Plá y del ex comisario David Becerra. El abogado pidió el apartamiento de Burad por prejuzgamiento y parcialidad manifiesta luego de que el juez perdiera la paciencia ante uno de los tantos policías amnésicos que dicen no recordar lo que vieron hace tres décadas y declararon hace dos. La Cámara de Casación Penal se negó a tratar el planteó y encomendó la tarea al propio tribunal, que lo rechazó en dos oportunidades.

Cuando sólo le quedaba la posibilidad de recurrir en queja ante Casación, Vidal anunció que desistía de la recusación. Pese a que la maniobra había derivado en la suspensión del juicio durante nueve días, uno menos de los necesarios para hacer trizas el proceso, Burad pidió entonces la palabra para ponderar la labor del abogado, que defiende a otra docena de represores. La semana pasada, para recuperar el tiempo perdido, el tribunal decidió trabajar durante la feria judicial de enero. Las audiencias debían suspenderse el 23 de diciembre, por las festividades de la feligresía católica, y reanudarse el 7 de enero.

El martes, Burad presentó ante sus pares un certificado médico según el cual debe guardar diez días de reposo, hacerse un análisis de colesterol y un electrocardiograma. La reacción de los otros miembros del tribunal, Raúl Rodríguez y Roberto Naciff, fue inmediata. Los magistrados le recordaron a Burad que las audiencias no pueden suspenderse por más de diez días, destacaron que de las constancias presentadas “no surge que la enfermedad del señor magistrado le imposibilite su asistencia” y le pidieron que “de modo expreso manifieste si es su voluntad excusarse de seguir entendiendo en la causa, lo que permitiría en tiempo inmediato la integración del tribunal con el juez sustituto y continuar con el normal desarrollo de la causa”. “Caso contrario y a los fines de precisar el tiempo que insumiría el tratamiento de su afección –agregaron–, deberá solicitarse la intervención del perito médico del cuerpo forense de la Corte Suprema de Justicia” para que evalúe los padecimientos y el tiempo de recuperación.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Hasta el año pasado ordenaba detenciones

Fue arrestado el ex fiscal chaqueño Carlos Flores Leyes
Por Diego Martínez
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Carlos Flores Leyes está acusado de delitos de lesa humanidad.

Luego de cuatro días de reflexión a escondidas, con paradero desconocido y orden de detención en su contra, el ex fiscal federal Carlos Flores Leyes se entregó a la Justicia de Resistencia el martes a primera hora. Ayer, mientras el país celebraba sus 25 años de democracia, escuchó de boca del conjuez federal José Antonio Piñero la acusación de haber participado de cinco interrogatorios bajo tortura cuando era secretario del juez federal. Sin perder la compostura hizo su descargo, negó las acusaciones, dijo que era un secretario cualunque y volvió a su celda en la alcaldía de la Policía Federal.

“La detención de Flores Leyes es un hito, no sólo por su presencia en centros de tortura, también por su rol como garante de la impunidad”, consideró Mario Bosch, abogado de H.I.J.O.S. regional Chaco y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. “Es paradójico que comience a rendir cuentas justo un 10 de diciembre, a 25 años del retorno democrático. Por ahora se lo indaga por hechos en los que tuvo participación directa, sintomáticos de su compromiso con la dictadura, pero lo más importante fue su rol como secretario y luego como fiscal para garantizar la impunidad”, agregó.

Flores Leyes fue secretario del juzgado de Resistencia entre 1974 y 1992, cuando asumió como fiscal. Está acusado de participar de interrogatorios ilegales junto a una docena de policías de la Brigada, hoy procesados con prisión preventiva. También de encubrir crímenes de lesa humanidad como la Masacre de Margarita Belén. En diciembre pasado, la Procuración General de la Nación lo separó de su cargo y promovió un jury de enjuiciamiento. En marzo renunció como fiscal.

El jueves, el juez Piñero ordenó su detención. Las fuerzas de seguridad visitaron sus casas y la de su mujer, pero no lo encontraron. El fin de semana abogados de varios estudios jurídicos de Corrientes y Chaco fueron sondeados sobre la posibilidad de defenderlo. El martes a las 7.30 se presentó por su cuenta. Caminaba con un bastón que hasta entonces no se le conocía. Flores Leyes tiene 60 años, usa prótesis en una rodilla y sufre de hipertensión, nada que le impida vivir en una celda decente. Pidió su eximición de prisión, aún no respondida.

Ayer, acompañado por su cuñada, la abogada Susana Fasola Vitale, declaró durante tres horas. Negó haber participado en interrogatorios en la Brigada. Cuando le leyeron el testimonio de José Luis Valenzuela, que recordó la precisión de las preguntas de quien formulaba el interrogatorio en la Brigada, Flores Leyes negó ser el hombre de traje y manos grandes que golpeaba la mesa de torturas cuando una respuesta no le satisfacía. La indagatoria continuará hoy y mañana con los otros cuatro casos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Un hallazgo que confirma el horror

Encontraron alrededor de diez mil fragmentos óseos calcinados en el Pozo de Arana

Fueron descubiertos por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Es la primera vez que aparecen restos en el mismo sitio donde funcionó un centro clandestino. También se hallaron centenares de impactos de bala en un paredón del predio.

Por Diego Martínez
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Funcionarios judiciales durante una inspección ocular en el predio donde funcionó el Pozo de Arana.

“Los huesos no mienten ni olvidan”, explicaba el antropólogo Clyde Snow en 1984, cuando llegó al país a pedido de la Conadep para exhumar cuerpos enterrados como NN. Ayer, casi un cuarto de siglo después, sus discípulos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) confirmaron el hallazgo de alrededor de diez mil fragmentos de restos óseos pequeñísimos, producto de la calcinación a la que fueron sometidos, enterrados en un patio del ex centro clandestino de detención que funcionó durante la dictadura en el Destacamento de Arana, aún en poder de la policía de la provincia de Buenos Aires. El EAAF también confirmó la existencia de un paredón de diez metros de largo con dos centenares de impactos de bala, aunque destacó que no pueden asociarse directamente con los restos encontrados. Así como los cuerpos de las Madres secuestradas en la iglesia de la Santa Cruz confirmaron el relato de los sobrevivientes de la ESMA sobre los vuelos de la muerte, el hallazo en Arana confirma el testimonio de las víctimas de Etchecolatz, Von Wernich & Cía. sobre las quemas con cubiertas y combustible como método de desaparición de personas.

“Es la primera vez que se encuentra enterramientos en un centro clandestino de detención”, destacó en conferencia de prensa la secretaria de Derechos Humanos bonaerense, Sara Derotier de Cobacho, quien anticipó que impulsará la conversión del sitio “en un Museo de la Memoria, porque allí están las cenizas de los militantes populares que pasaron por ese lugar”. La funcionaria recomendó “que nadie aliente esperanzas de que pueda ser identificado algún familiar desaparecido” y pidió “perdón por el dolor que puedo causar con esta noticia, porque quien tiene un hijo desaparecido lo primero que hace es pensar que algunos de los fragmentos de huesos encontrados les puede pertenecer”.

El EAAF empezó a trabajar en febrero a pedido del juez federal Arnaldo Corazza, luego de que el fiscal federal Félix Crous denunciara posibles enterramientos en base a testimonios brindados en el Juicio por la Verdad de La Plata. Las tareas en el destacamento, ubicado en la calle 640 a la altura de la 131, comenzaron a fines de febrero con la limpieza del predio, repleto de autos siniestrados y bicicletas. “Luego se cuadriculó el terreno, se registró cada fragmento encontrado en un espacio tridimensional, se fotografió y registró cada hallazgo, y se le sugirió al juez preservar los pozos de las quemazones”, explicó a Página/12 el antropólogo Daniel Bustamante.

En primer lugar se vació y analizó sin suerte el contenido de cuatro profundos pozos sépticos en el patio interno del destacamento. “En cuanto hicimos la prospección de un pozo cerca del muro norte aparecieron los primeros restos. Eso fue el 16 de abril”, recordó el especialista del EAAF. “Después se pasó a hacer la prospección en el patio trasero, al fondo, que estaba lleno de vehículos. Tuvimos que limpiarlo y, cuando empezamos a hacer los sondeos más cercanos al muro, apareció la mayor concentración de restos quemados. Entonces nos dimos cuenta de que hubo una fosa para quemar cuerpos. Suponemos que el muro fue construido después, y cuando hicieron la trinchera removieron un poco el sedimento”, explicó.

–¿Qué posibilidades reales hay de identificar los restos?

–El grado de calcinación es importante, no queremos alentar falsas expectativas. No sabemos si se va a poder recuperar material genético hasta que no se envíe al laboratorio, pero por la experiencia en otras circunstancias va a ser difícil.

“Primero hay que clasificar cada segmento encontrado para determinar el número mínimo de individuos. Para eso hay que trabajar con los restos óseos y con elementos asociados, como vainas, proyectiles, monedas, los plomos encontrados en la pared, evidencias que se están limpiando”, describió Bustamante. Recién cuando concluya la etapa de trabajo en el EAAF se analizará la posibilidad de enviar restos a un laboratorio de Estados Unidos para tratar de recuperar material genético.

Por consejo del EAAF el juez Corazza ordenó proteger el sitio del hallazgo con una capa de nylon resistente. El próximo paso es garantizar su preservación, que implica no sólo proteger el terreno de las inclemencias del tiempo sino también mantenerlo intacto para su uso futuro como espacio de la memoria. “De los lugares que conozco, es el que más se merece el reconocimiento de espacio para la memoria, ya que recuperamos parte de los restos pero las cenizas quedan allí”, concluyó Bustamante.

sábado, 6 de diciembre de 2008

La sentencia llegará en vacaciones

El juicio oral contra dos militares y tres ex policías en San Luis

Hubo nueve días de inactividad por una recusación presentada por la defensa de dos acusados. Los jueces decidieron habilitar la feria de enero. Un ex comisario aportó detalles sobre el secuestro de una de las víctimas.

Por Diego Martínez
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Los represores Carlos Plá, David Becerra, Luis Orozco, Miguel Angel Fernández Gez y Juan Carlos Pérez.

El primer juicio por delitos de lesa humanidad de Cuyo, con dos militares y tres ex policías en el banquillo, no se interrumpirá durante la feria judicial de enero. Así lo resolvió el Tribunal Oral Federal de San Luis al reanudar las audiencias, luego de nueve días de inactividad por una recusación que planteó el abogado de dos represores. En la última semana se destacaron los testimonios del coronel retirado Horacio Angel Dana, que calificó como “una infamia total” la acusación en su contra del imputado capitán Carlos Esteban Plá, y de Ricardo Angles, quien contó que mientras él estaba desaparecido el obispo Juan Rodolfo Laise le anticipó a su madre, tras un llamado telefónico, que sería liberado. El religioso de buenos contactos que le encomendó al general Miguel Fernández Gez hacer desaparecer a un sacerdote que pretendía dejar los hábitos para casarse, según denunció el militar, declarará por teleconferencia desde Italia.

La recusación contra el juez Roberto Burad y luego contra todo el tribunal la formuló Hernán Vidal, abogado de Plá y del ex comisario David Becerra. La Cámara de Casación Penal rechazó tratar el planteo y ordenó resolverlo al propio tribunal, que no hizo lugar. Vidal desistió de recurrir ante la Corte Suprema de Justicia. Para recuperar el tiempo perdido, las audiencias, que se suspenderán el 23 de diciembre por las fiestas católicas, se reanudarán el 7 de enero.

Hasta el momento declararon quince testigos. Restan casi ochenta, la mayoría ex policías del Departamento de Investigaciones (D2) convocados por la fiscal Olga Allende que, como se preveía, sufren de amnesia. “No vieron nada, no conocen a nadie, contradicen sus declaraciones de 1985. Cuando los denunciamos por falso testimonio el tribunal toma nota, pero mientras tanto el juicio sigue”, lamentó Enrique Ponce, de APDH San Luis.

La excepción que confirma la regla es el ex comisario Mariano Mansilla, quien relató detalles de la madrugada del 21 de septiembre de 1976 en la que militares y policías detuvieron a Graciela Fiochetti, luego torturada y fusilada. El ex policía contó que vio la puerta de la casa rota y restos de madera desparramados por la violencia del allanamiento, pero que le ordenaron asentar “que no se han producido daños”. Luego de labrar actas de detenciones que no presenció logró ver por el ojo de una llave de la comisaría de La Toma cuando cargaban a Fiochetti y otros dos detenidos, maniatados y vendados, en un camión militar. “Se los vinculaba con cuestiones subversivas, por lo que el procedimiento no se ajustaba a las normas. No había orden del juez y fue de madrugada”, explicó.

Otro de los detenidos aquella noche, Oscar Trepin, contó que después de que se lo llevaron el comisario Becerra se sentó en su cama matrimonial a leer las cartas que le mandaba a su esposa cuando eran novios. Luego, obligaron a la mujer a orinar en el patio frente a los policías. Ya en la comisaría, Trepin contó que lo ataron, lo vendaron y lo cargaron a un camión junto a Fiochetti. La vio por última vez en la madrugada siguiente, luego de que la obligaron a firmar un acta de liberación.

Otro sobreviviente que vio a Fiochetti, Ricardo Angles, reinstaló la figura de monseñor Laise en el juicio. Dijo que su madre acudió al obispo “como último recurso”. El sacerdote “los atendió muy bien y les dijo, luego de comunicarse con alguien por teléfono, que yo iba a quedar en libertad en poco tiempo, hecho que finalmente ocurrió”. El dato ratifica los óptimos contactos del obispo, que declarará en los próximos días.

Uno de los testimonios más esperados fue el del coronel Dana, a quien Plá y Fernández Gez –asesorados entonces por el mismo abogado, Carlos Mercado– responsabilizaron junto a otros cuatro ex miembros del Comando de Artillería 141 por la muerte de Fiochetti. Dana admitió que participó de las detenciones en La Toma por orden de su jefe, el teniente coronel Juan Carlos Moreno. “La misión consistía en detener, trasladar y entregar en la policía a cuatro sospechosos de vínculos con Montoneros”, dijo. El comisario Becerra le facilitó nombres y direcciones. “Los allanamientos fueron enérgicos pero no violentos”, describió, y agregó que no hubo resistencia, no se secuestraron armas ni material que los vinculara con Montoneros. También admitió que los trasladaron hasta la capital puntana con las manos atadas, “porque los militares no teníamos esposas”.

El coronel calificó como “una mentira atroz” la indagatoria de Plá, quien dijo que hace veinte años, antes de la sanción de las leyes de impunidad, Dana se solidarizó y le dijo: “Se está comiendo un garrón con lo de Fiochetti”, muerte que según Plá se habría adjudicado. Dana negó todo, también haber participado de una reunión con Plá mientras estaba prófugo y de otra para presionar a Fernández Gez, que un año después del supuesto diálogo y asesorado por Mercado lo asentó ante un escribano.

El juicio continuará el martes con inspecciones oculares en la oficina central y en la Brigada de Investigaciones de la policía de San Luis, en la Granja La Amalia, donde funcionó un centro de detención del Ejército, y en las Salinas del Bebedero, donde fusilaron a Fiochetti. Luego seguirá la ronda de testimoniales, incluidas las de Laise, las del camarista mendocino Carlos Pereyra González –acusado de presenciar interrogatorios bajo tortura por el ex chofer de Plá– y las de los otros ex miembros del Comando de Artillería 141 acusados por los imputados.

sábado, 29 de noviembre de 2008

El que no sabía nada

Cirino declaró ante el juez Lijo
Por Diego Martínez

Hace 29 años, consultado por miembros de la Embajada de Estados Unidos sobre el centro clandestino Club Atlético, para entonces demolido, Julio Cirino sonrió, admitió que había existido y confesó “tener conocimiento personal de otros dos centros de detención e interrogación en la Capital Federal”. Así consta en el memorándum del diálogo que desclasificó el Departamento de Estado. El jueves, frente al juez federal Ariel Lijo y acompañado por su abogado Alfredo Bisordi, el ex agente del Batallón de Inteligencia 601 negó haber pisado centros de detención ilegales y, sin ponerse colorado, dijo que visitó la embajada sólo para transmitir un libreto armado por sus superiores, cuyo contenido desconocía. Luego volvió a su celda del penal de Marcos Paz, donde le espera una larga estadía.

El agente que hasta hace tres semanas dirigió el área de Relaciones Internacionales de la Fundación PensAR, que integran tres miembros del gabinete de Mauricio Macri, cinco diputados nacionales PRO y el rabino Sergio Bergman, fue detenido el viernes 7 de noviembre a partir de una denuncia de la Secretaría de Derechos Humanos. El lunes siguiente se negó a declarar, pero anticipó su esperanza de ser defendido por Bisordi, ex camarista de Casación que a la vejez se calzó su verdadera camiseta. Dos días después el flamante abogado asumió su patrocinio acompañado por Eduardo Sinforano San Emeterio, otro ex SIDE que al comienzo de la dictadura custodiaba al jefe de Automotores Orletti, que integró un grupo de tareas de la Fuerza Aérea y que aún ningún juez investigó.

Cirino dirigió durante la dictadura el Grupo de Tareas 7 de la Central de Reunión de Información (CRI) del temible 601, cargo relevante para un hombre joven y para peor civil. Llegó por méritos propios: en 1976 la editorial Rioplatense le había publicado Argentina frente a la guerra marxista, su primer libro. En los ’90 la SIDE lo envió a la embajada en Washington y en los últimos años fue un prolífico aunque ignoto disertante sobre seguridad y terrorismo.

A pesar de las tres décadas de impunidad, el destino fue injusto con el Gordo Cirino, como lo llaman sus amigos. Una vida al servicio de causas fogoneadas por los estrategas en política exterior de los Estados Unidos terminó arruinada en una cárcel bonaerense por un documento desclasificado del Departamento de Estado del propio gobierno norteamericano. Allí figura con su nombre de cobertura Jorge Contreras, ostenta sus conocimientos sobre los engranajes del terrorismo de Estado y anticipa como quien sabe del tema que los desaparecidos “no van a aparecer”.

Cirino declaró ante Lijo que en el 601 se dedicaba al “análisis de información”, tarea que durante la dictadura significa en el mejor de los casos procesar informes elaborados por Destacamentos de Inteligencia a partir de datos arrancados en interrogatorios. En el peor, si fuera posible graduar responsabilidades según la distancia con las mesas de torturas, implica formular preguntas sin intermediarios, hipótesis que se condice con quien se ufanó de visitar centros clandestinos. Claro que no será fácil acreditarlo. El propio agente confesó en 1979 que muchos inocentes habían sido sacrificados sólo para evitar que los identificaran.

Cirino reconoció el jueves el contenido del diálogo en la embajada, pero aseguró que se trató de un guión elaborado por sus superiores, a quienes prefirió no identificar. El desclasificado lo desmiente. A la primera pregunta aclaró que “todo lo que diga debe entenderse como basado en mi propia experiencia, limitada a mi organización y a mi sensibilidad”. Más de una vez advirtió: “Es mi opinión personal”. Aunque en 1979 dijo que había sido autorizado a hablar por los jefes de la CRI y del 601, coroneles Jorge Arias Duval y Alberto Tepedino, sus interlocutores asentaron no tener “evidencia concreta” y sospecharon que “dice más de lo que está estrictamente autorizado”. Consciente de lo irreparable y del desgaste que genera el papelerío, Bisordi no pidió su excarcelación. Si el ex agente PRO no pide ampliar su indagatoria, la próxima será en San Martín. Allí se instruye la causa Campo de Mayo, donde operaban los interrogadores del 601.

viernes, 28 de noviembre de 2008

No todos llegan a la cárcel

EN MENDOZA HAY QUINCE REPRESORES PROCESADOS, PERO NINGUNO ESTA EN PRISION

En una provincia cuestionada por el hacinamiento en sus calabozos y en la que se reformaron leyes para endurecer el régimen de excarcelaciones, casi todos los acusados de delitos de lesa humanidad gozan de ese beneficio.

Por Diego Martínez
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El juez Carlos Pereyra González integra la Cámara Federal de Mendoza, tribunal que concedió las excarcelaciones.

Mientras sus cárceles colapsan de ladrones de gallinas y el gobernante Partido Demócrata endurece el régimen de excarcelaciones con la excusa de combatir la inseguridad, Mendoza se consolida como paraíso para los represores. Con la excarcelación de dos torturadores del ex Departamento de Informaciones (D2) de la policía provincial, ordenada por la Cámara Federal, una provincia con más de doscientos desaparecidos en el haber no tiene un solo detenido. Tampoco hay juicios a la vista en el corto plazo y testigos y querellantes temen que se repitan las amenazas y mensajes mafiosos sufridos durante el proceso de impugnación del ex secretario de Seguridad comisario Carlos Rico Tejeiro.

“Tenemos quince procesados. Ninguno está en la cárcel. Apenas dos o tres gozan de arresto domiciliario. El resto fue excarcelado”, sintetizó la abogada Viviana Beigel, del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. La semana pasada la Cámara excarceló a Eduardo Smaha Borzuk y Armando Osvaldo Fernández Miranda, encargados de la “inteligencia subversiva” del D2 y enlaces con la Brigada de Infantería de Montaña VIII. El juez federal Walter Bento los había procesado por la desaparición de Rosario Torres y Juan Britos y por el asesinato del escritor Francisco Urondo. Para liberarlos, el tribunal consideró que no existía peligro de fuga, que no van a obstaculizar a la Justicia ni a cometer delitos.

“La desaparición forzada es un delito permanente, que se sigue cometiendo mientras no aparezca hasta el último cuerpo”, expresaron los organismos en un comunicado. “Los argumentos son inconsistentes a la luz de los crímenes aberrantes por los cuales se los acusa. La clandestinidad, el ocultamiento de cuerpos, el uso de todo el poder del Estado para torturar, asesinar y desaparecer, y los 32 años sin justicia son más que contundentes. Su libertad no sólo implica alterar la paz social sino que demuestra la inexistencia de justicia”, consideraron el MEDH, Familiares, Ex Presos Políticos y otras organizaciones que denunciaron que la medida agrava el “estado de desprotección y peligro” y responsabilizaron “a toda la Justicia federal por cualquier agravio o amenaza que puedan sufrir testigos, sobrevivientes, familiares, abogados y querellantes”.

La mención a amenazas no es caprichosa. En marzo, el suboficial Carmelo Cirella Paredes, que en 2006 había ratificado su denuncia de 1984 sobre crímenes propios y ajenos, se desdijo luego de recibir amenazas de muerte. Durante la batalla para desplazar al retoño de Mohamed Seineldín que el gobernador Celso Jaque había designado secretario de Seguridad, el MEDH sufrió un robo y pintadas intimidatorias, y su abogada Beigel tuvo que mudarse tras dos extraños robos y la electrificación del alambrado que rodeaba su casa.

Las liberaciones por parte de la Cámara Federal ya son regla. En septiembre excarceló al coronel Oscar Dopazo, ex jefe de inteligencia. A la semana le dictó falta de mérito al sargento Osvaldo Martel. Pese a que Margarita Camus lo reconoció como su torturador, los jueces Julio Petra Fernández y Carlos Pereyra González consideraron que no existía “grado de convicción” suficiente. Antes habían dictado falta de mérito a los ex policías Rodolfo Cardello, Luis Mirotta, Marcelo León y al citado Cirella Paredes. Completan la Cámara Federal los jueces Alfredo López Cuitiño, Luis Miret, Antonio Endeiza y Otilio Romano.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Juicio por Campo de Mayo

Por Diego Martínez

El juez federal de San Martín, Alberto Suares Araujo, elevó ayer a juicio oral y público un nuevo fragmento de la megacausa que investiga crímenes de lesa humanidad en Campo de Mayo, en este caso con cuatro oficiales del Ejército como imputados. Con la nueva elevación, que incluye a los generales retirados Santiago Riveros y Reynaldo Bignone, son once los represores en condiciones de ser sometidos a juicio durante 2009 por secuestros, torturas y homicidios en el mayor centro clandestino del país. Hasta el momento, el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín sólo confirmó para el 25 de marzo el inicio de las audiencias por el emblemático caso de Floreal Avellaneda, torturado y asesinado a sus 14 años.

El expediente Campo de Mayo es uno de los tres más grandes del país junto con el de la ESMA y el Cuerpo I de Ejército. Por la escasez de sobrevivientes, las deficiencias en la instrucción y los obstáculos generados por la Cámara Federal de San Martín, la cantidad de procesados es significativamente menor: apenas 17 para una unidad militar por la cual pasaron no menos de 4000 personas secuestradas.

Tres de los cuatro imputados de la elevación de ayer, la quinta de 2008, ya estaban en condiciones de ser juzgados por secuestros y torturas contra otras víctimas. Se trata de los generales Riveros, Bignone y Eugenio Guañabens Perelló. El cuarto es el general Eduardo Alfredo Espósito. Pese a la gravedad de los delitos que se les imputan y a los reclamos de las querellas, los cuatro gozan de arresto domiciliario.

“Es una persecución contra los militares”

El productor que recibió la piña de D’Elía en Plaza de Mayo defendió a un represor

Juan Miguel Valentino, ex jefe de un regimiento de Gualeguaychú durante la dictadura, fue arrestado y llegó a tribunales con Alejandro Gahan, quien dijo que su amigo era inocente y que, si cometió “alguna falta”, deberá probarlo la Justicia.

Por Diego Martínez
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Luis D’Elía dijo que Gahan le gritó en Plaza de Mayo “negro mercenario represor”.

El coronel retirado Juan Miguel Valentino, ex jefe de un regimiento de Gualeguaychú durante la última dictadura, se convirtió ayer en el primer militar de alto rango detenido por delitos de lesa humanidad en Entre Ríos. El caso llamó la atención por dos detalles. El primero: Valentino llegó a Concepción del Uruguay acompañado por cinco amigos que lo ayudaron a trasladar al hotel y luego al juzgado un arsenal de veinte armas de guerra. El segundo: uno de los cinco amigos es el productor agropecuario y asambleísta entrerriano Alejandro Gahan, el mismo que recibió una antológica trompada del dirigente piquetero Luis D’Elía en Plaza de Mayo después de gritarle “negro mercenario represor”.

“A mí nadie me va a convencer de que Valentino fue un torturador. Siempre fue un señor con todas las letras, una buena persona”, declaró Gahan a LT41. Luego reivindicó la teoría de los dos demonios y habló de “una persecución feroz contra los militares” a partir de 2003, pasando por alto que su amigo ya había sido procesado por la Justicia Federal de Paraná en 1987. “Pero, por Dios, hace treinta años que lo conocemos y es de un mismo molde. A menos que tengas una doble personalidad total, no podés ser una persona diabólica y angelical a la vez”, reflexionó.

El coronel Valentino, de 73 años, fue citado a prestar declaración indagatoria por la jueza federal subrogante de Concepción del Uruguay, Beatriz Estela Aranguren, a partir de una denuncia por apremios ilegales y torturas en 1976. Como se negó a declarar, la magistrada rechazó el pedido de eximición de prisión, ordenó su detención y su traslado a la Unidad Penal 34 de Campo de Mayo, donde lo recibirán Videla & Cía. El coronel es el segundo militar detenido por crímenes de lesa humanidad en Entre Ríos. El primero es el médico militar Juan Antonio Zaccaría, imputado por participar de apropiaciones de bebés, preso en la cárcel de Paraná.

El manifestante procampo Gahan tiene especial facilidad para cobrar notoriedad a costa de terceros. El 25 de marzo, de visita en Buenos Aires, se adosó a una caminata de Luis D’Elía y lo insultó hasta ganarse un tortazo frente a cámaras. “Es un maleducado. Me dijo ‘negro mercenario represor’. Le zampé un bollo porque me sentí reagraviado”, contó el piquetero. “Le pregunté si había trabajado para el Gobierno y por qué nos teníamos que ir de la plaza”, relativizó Gahan ante Página/12.

El ex ambientalista y ex dirigente de la UCeDé volvió ayer al centro de la escena gracias a su amigo coronel. “Valentino es un señor con todas las letras, una persona muy honorable”, confesó, según la publicación Análisis Digital. “Ahora, si cumplió, si tuvo una falta más o menos grave, tendrá que ser responsable y tendrá que demostrarse después en la Justicia”, dijo en castellano borrascoso. “Pero eso es, eso no quita que uno actúe como actúe o que se lo tenga que juzgar a uno también”, agregó. “Seguramente lo que se culpa no es la realidad, y si llega a ser, bueno, tendrá que ser responsable. Ahora, no hay que carnearlo de antemano y carnear a todos los que están cerca”, concluyó.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Malvinas, como un centro clandestino

Citaron a un militar por aplicar torturas a un conscripto durante la guerra con Inglaterra

Es el teniente coronel retirado Daniel Alejandro Delfor Polano. Cobra una pensión honorífica como ex combatiente y también fue denunciado ante la Conadep. Debe presentarse hoy ante la Justicia federal de Comodoro Rivadavia.

Por Diego Martínez
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Las denuncias relatan los estaqueamientos a los que eran sometidos los conscriptos por parte de sus superiores.

A un cuarto de siglo de la guerra de Malvinas, por primera vez un militar deberá rendir cuentas ante la Justicia federal de Comodoro Rivadavia por las torturas que padeció un conscripto de parte de sus superiores. Se trata del teniente coronel retirado Daniel Alejandro Delfor Polano, que paradójicamente cobra aún una pensión honorífica como ex combatiente y que también fue denunciado ante la Conadep por su actuación en el centro clandestino El Campito, el mayor del país, que funcionó en Campo de Mayo.

“Es la primera indagatoria en este tipo de causas e implica reconocer la imprescriptibilidad y el carácter de delitos de lesa humanidad de las torturas cometidas en Malvinas”, consideró Pablo Andrés Vassel, ex subsecretario de Derechos Humanos de la provincia de Corrientes y autor de la denuncia original en abril de 2007.

–¿De qué te reís? –le preguntó Polano al ex colimba correntino Juan Carlos Gómez frente a una formación de soldados y militares en el campo de deportes del Liceo Militar General Roca, de Comodoro Rivadavia.

–No, mi capitán, no me reí –respondió Gómez, según la denuncia.

–Usted es loco.

–No, mi capitán, no soy loco.

–Entonces vamos a tener que dar el ejemplo. ¡Estaquéenlo! –ordenó.

–¡Acuéstese, soldado! –acató un sargento primero de apellido Alvarez, que lo ató de pies y manos con los vientos de una carpa. Lo dejaron allí durante más de tres horas, hasta que un capellán alertó que se iba a congelar y logró que lo desataran.

Gómez cumplía el servicio militar obligatorio en la Brigada III de Curuzú Cuatiá. El estaqueamiento sirvió de bienvenida a la Patagonia y fue el paso previo al traslado a Malvinas para pelear contra el segundo enemigo. El soldado estuvo treinta y cuatro días en la primera línea de batalla, en la Bahía San Carlos. Su jefe Polano aguantó sólo siete días, argumentó que sufría de “pie de trinchera” y abandonó a sus subordinados para refugiarse en Puerto Argentino, según el relato de los ex conscriptos.

El caso de Gómez es apenas uno de los 73 que constan en la denuncia presentada el año pasado por Vassel y por Orlando Gustavo Pascual, de la Coordinadora de Ex Soldados Combatientes de Corrientes, ante la Justicia federal de Río Grande, Tierra del Fuego. El escrito identifica a 62 imputados, varios aún en actividad, a los que responsabiliza por un homicidio, cuatro muertes por hambre y una veintena de estaqueamientos.

En agosto de 2007 los denunciantes ratificaron la acusación ante la jueza federal de Río Grande, Lilian Herraez, y agregaron nuevos casos de soldados de Chaco, Corrientes, Santa Fe, Buenos Aires, Santiago del Estero y Tierra del Fuego. Comenzó entonces una ronda de más de setenta declaraciones testimoniales, solicitadas por la querella y por el fiscal fueguino Mario Rapaport. Como el abuso a Gómez no ocurrió en Malvinas, sino en Comodoro Rivadavia, la magistrada de Río Grande remitió el caso a su colega Eva Parcio de Selemme, que ayer le tomó declaración a Gómez y a dos de sus ex compañeros, Guillermo Robledo y Dionisio Altamirano. Luego recorrieron el predio del Liceo y reconocieron los lugares donde ocurrieron los hechos, acompañados por Pascua, por el ex combatiente Héctor Rocha y por el secretario de Derechos Humanos de Chubut, Juan Arcuri. La indagatoria de hoy estará a cargo de la jueza Parcio de Selemme y del fiscal Norberto José Bellver.

Según publicó el periodista Fernando Almirón en su libro Campo Santo, sobre los centros clandestinos que funcionaron en Campo de Mayo, el entonces teniente primero Daniel Alejandro Polano integró durante la última dictadura un grupo de tareas de la mayor unidad del Ejército. La investigación sobre las torturas y asesinatos en Campo de Mayo, por donde se estima que pasaron más de 4000 personas, está a cargo de Alberto Martín Suares Araujo, juez federal de San Martín, que aún no avanzó más allá de los jerarcas octogenarios. No deja de ser paradójico que Polano debe rendir cuentas por un estaqueamiento en 1982 cuando aún no fue citado por los crímenes de 1976. Ni la imputación por la denuncia de Gómez ni mucho menos la denuncia por Campo de Mayo le impiden a Polano cobrar su pensión honorífica como ex combatiente de Malvinas. Según los registros de la Anses es el beneficiario 5175.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Libertades y derechos

CATALINA BOTERO MARINO

La relatora especial para la Libertad de Expresión de la CIDH visitó el país y habló de prensa, gobiernos y sociedad civil.

Por Diego Martínez
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Hace apenas diez años que Catalina Botero Marino se recibió de abogada, pero ostenta una extensa trayectoria académica y profesional. En julio la Comisión Interamericana de Derechos Humanos la eligió relatora especial para la Libertad de Expresión, cargo creado en 1998 para garantizar la protección y promoción de las libertades de pensamiento y expresión. Como el marco de visita académica a la Argentina le impide pronunciarse sobre temas concretos del país, preguntas y respuestas se formulan y responden en abstracto, como malabaristas que dialogan sobre un país imaginario.

–¿Cuáles son las prioridades de su agenda?

–Son cinco. Los asesinatos o agresiones violentas a periodistas y la lucha contra su impunidad. La criminalización, de la prensa y de la protesta social. La censura, directa o indirecta. El acceso a la información. Y el pluralismo y la diversidad. El Estado debe crear condiciones estructurales para que haya voces plurales y diversas. No basta con que haya muchos, porque pueden decir lo mismo.

–¿Qué riesgos trae aparejados una ley de radiodifusión sancionada durante una dictadura que prescribe el lucro como lógica dominante de los medios?

–En una sociedad en la que todos compiten en igualdad de condiciones no sería problemática. Sí cuando hay sectores que no pueden entrar al mercado. El Estado debe garantizar que todos los sectores puedan acceder a los medios, que no haya monopolios en la propiedad, en el dominio de la audiencia y en el discurso. Eso se garantiza a través de leyes que premien a sectores no tradicionales, a minorías culturales o raciales, que establezcan franjas especiales para quienes no pueden entrar en el mercado comercial, que promuevan medios con información pública que los particulares en general no producen porque no es rentable.

–¿Es un problema generalizado en América latina?

–Hay honrosísimas excepciones, como Uruguay.

–¿Puede actuar la Relatoría frente a grandes grupos económicos que utilizan sus medios para extorsionar a sus adversarios?

–El mandato es el de garantizar que los Estados creen condiciones estructurales para que haya diversidad y pluralismo. Si existen y los Estados pueden responder a las críticas, hablar de extorsión es desproporcionado. Si no existen es porque el Estado no supo generarlas.

–¿Qué riesgos corre un país cuando se renuevan automáticamente las licencias de televisión sin exigir ninguna contraprestación?

–Las licencias y las frecuencias no les pertenecen al Estado ni a los medios sino a la sociedad. Cuando se entrega en concesión un bien social tiene que haber una contraprestación. Lo contrario sería disponer de bienes como si fueran regalados. La asignación de frecuencias es un tema de altísima relevancia: es el único medio a través del cual garantizar que exista pluralismo, un debate desinhibido, abierto.

–Si la renovación se consumó a cambio de nada, ¿a qué instancia se le debe exigir rever esa decisión?

–Es un problema de cada Estado, de derechos adquiridos. El Estado debe tener leyes de radiodifusión de manera tal que la asignación sea un asunto debatido en audiencias públicas. Debe haber criterios plurales para que toda la sociedad se enriquezca en ese proceso.

–¿Es el Congreso el lugar más idóneo para dar la discusión?

–Lo debe resolver cada Estado. Lo importante es respetar los principios: asignaciones no discrecionales, sin influencias partidistas, hechas por un órgano independiente del Ejecutivo...

–Mucho menos el Ejecutivo mismo.

–O, si lo hace, que sea en un proceso transparente, con control, reglas claras, que no discriminen. Una política que establezca como requisito el mayor capital discrimina a quien no lo tiene. Se necesitan garantías de inclusión. Son principios básicos que existen en Europa, Canadá, Uruguay. El gran salto institucional de un gobierno es aceptar ese reto. Lo más grave es el proceso de digitalización que se viene. Hoy las frecuencias funcionan a través del espectro electromagnético, que es finito, pero el dividendo digital es infinito. El gran reto de Estados, gobiernos democráticos y sociedades civiles comprometidas es formular reglas para que no se monopolice el proceso de digitalización. Es algo que nadie parece saber porque se esconde detrás de problemáticas técnicas, pero es lo mismo: asignación de frecuencias.

–Desde 1999 todos los gobiernos argentinos ratificaron su compromiso de despenalizar los delitos de calumnias e injurias, pero ninguno cumplió con su palabra, y la sugerencia se convirtió este año en una orden de la Corte Interamericana, en el caso Kimel. ¿Por qué la clase política se niega a renunciar a la posibilidad de perseguir periodistas con el Código Penal?

–Es un fenómeno extraño. Pese a que no se condena a los periodistas, los funcionarios no quieren perder esa herramienta, como si temieran quedarse desnudos frente a la omnipotencia de la prensa. Es falso. Nadie puede estar inerme frente a acusaciones injustas, pero cualquier medida de control a la prensa debe generar el menor costo sobre la libertad de expresión. Una medida que tenga un efecto inhibitorio, a sí sea mínimo, debe replantearse. Despenalizar las calumnias y las injurias no significa caer en el reino de la mentira o el insulto. Existen mecanismos de protección del honor y la intimidad mucho más democráticos: las sanciones civiles proporcionadas. La utilización del derecho penal inhibe la crítica y la investigación. Si las figuras de calumnias e injurias no se aplican, no deberían existir.

–¿Qué tan útiles son las leyes de acceso a la información cuando en la cultura política perduran prácticas de ocultamiento y poca transparencia?

–El primer efecto de una ley o una sentencia judicial es que impacta en la cultura. Suele haber una idea de que el funcionario decide si entrega o no la información en virtud de su propio juicio, pero cuando hay una ley y jueces independientes, la cultura cambia rapidísimo. Claro que no basta con la ley, hacen falta también procesos de capacitación...

–Y que los periodistas las conozcan.

–Los periodistas no tienen incorporado el lenguaje de los derechos. Cuando piden información plantean una exigencia política o moral, pero no usan la carta del derecho. Hacen falta procesos de capacitación, medidas de implementación, determinar quién custodia y administra información.

–La Corte argentina dictó una acordada para que un tribunal garantice el principio de publicidad, pero fue burlada. ¿A quién recurrir cuando los encargados de garantizar los principios los violan?

–La Corte argentina es una corte estrella en el continente en materia de aplicación de estándares internacionales. El gran giro que dio el derecho constitucional en Europa desde la Segunda Guerra y en América latina tras las dictaduras es que los Estados no se centren en defender la autoridad, el orden y la moral sino a los ciudadanos, y la Corte está dando ese giro. La acordada es muy importante. Si no se cumple habrá que agotar los mecanismos internos para que el sistema interamericano estudie el caso.

–La publicidad oficial sigue siendo una herramienta para premiar o castigar. ¿Cuál es el método más idóneo para distribuirla?

–No se debe confundir pauta publicitaria con subsidios. La pauta es la información que el Estado necesita publicar para cumplir sus funciones. El Estado debe llegar a cada audiencia sin discriminación, con reglas claras, mediciones responsables, no utilizar la pauta de manera discrecional como ocurrió en el caso de (Neuquén contra) el diario Río Negro.

–¿Existen en Sudamérica reglas claras o todo es tácito y arbitrario?

–Todo es tácito. Sólo algunas provincias y municipios están haciendo el ejercicio. Instalar el tema es costoso. Hay estados de cosas que una nueva distribución de la publicidad va a afectar y los Estados prefieren no dar la pelea. Sólo la dan quienes llegaron a través de procesos democráticos y tienen mucha fuerza y capital político. No es fácil. Los medios que han recibido publicidad van a sentir que se afectará su statu quo y las agencias estatales que han logrado mantener más o menos tranquila a la prensa también se van a molestar. La regulación de la publicidad oficial es un tema aún más difícil que una ley de acceso a la información.

–¿Es un buen momento para avanzar en estos temas? Distintos gobiernos internalizaron, al menos en sus discursos, principios de derechos humanos.

–En materia de libertad de expresión no estamos en el peor lugar del mundo ni en el peor momento de la historia del continente. Las sociedades civiles se han fortalecido, la conciencia democrática es generalizada, hay vigorosos debates ideológicos. Pero la historia de la humanidad muestra que no siempre vamos hacia arriba sino en espiral.

–Bajamos demasiado seguido.

–Bajamos, volvemos, nos estancamos. Estamos en un buen momento pero siempre hay riesgo de retroceder. Por eso hay que estar absolutamente vigilantes, incluso en los Estados que parecen más civilizados y con culturas democráticas más asentadas y arraigadas.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Un represor en círculos PRO

EL EX AGENTE JULIO CIRINO INTEGRA UNA FUNDACION VINCULADA AL MACRISMO

Se trata de la Fundación PensAR. Entre sus miembros figuran los diputados macristas Eugenio Burzaco, Esteban Bullrich y Federico Pinedo. También, el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el rabino Sergio Bergman.

Por Diego Martínez
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El represor Julio Cirino.

Veinte años después de haber encabezado un grupo de tareas del Batallón de Inteligencia 601, cargo desde el que visitaba centros clandestinos con misiones que podrá explicar ante la Justicia, Julio Alberto Cirino se convirtió en un prolífico disertante sobre los temas que lo obsesionan: seguridad y terrorismo. Su pericia lo llevó a integrar centros de estudios y fundaciones de dudosa existencia. La más conocida, por haber nutrido de cuadros al PRO del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, es la Fundación PensAR, que dirige Jorge Triaca (h). A excepción de los diputados nacionales Eugenio Burzaco y Esteban Bullrich, vicepresidente y vocal, el resto de los funcionarios y legisladores PRO que integran PensAR dijeron no conocer al represor que se presenta como director del área de Relaciones Internacionales y Seguridad Regional.

PensAR trabaja en pro de “una Argentina próspera, republicana e integrada al mundo”, representa en el país a la española Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales y se autodefine como “aliada indiscutible de la democracia y el estado de derecho”. En la portada de su sitio aparecen sonrientes Mauricio Macri y el ex jefe de gobierno español José María Aznar, durante el seminario “Nuevas generaciones de líderes de América latina” que coorganizaron en marzo pasado. Su presidente es Gerardo Bongiovanni, que al mismo tiempo preside la Fundación Libertad, que en marzo reunió en Rosario a próceres del liberalismo mundial con la esperanza blanca Macri.

Según los anuarios de PensAR, Cirino recibió en su nombre al embajador de Colombia, participó de un seminario sobre “Delincuencia, minoridad y violencia en Mar del Plata”, de un panel de “seguridad” junto a Burzaco y Juan Carlos Blumberg, y otro sobre “Areas urbanas fuera de control: la experiencia de Río de Janeiro” junto al fiscal general porteño Germán Garavano. Los informes del área que dirige pueden leerse en pensar-internacional1-blogspot.com, en el que figuran como responsables “JC” (ayer figuraban sólo sus iniciales) y María Benedicta Giaquinto. La última nota firmada por Cirino como director data del 17 de enero y se titula “Colombia: el drama de los que siguen secuestrados”, tema que aún lo obsesiona, ahora al costado del mostrador.

En otra nota se pregunta “Quién controla la calle en la Argentina”. Y responde: grupos piqueteros, cartoneros y criminales. El gobierno “perdió el control de la calle”, aunque gracias a un “excelente manejo de prensa” sólo trascienden hechos “imposibles de ocultar a la opinión pública”. “El Estado no puede o no quiere defenderlo, y si usted se defiende por su cuenta le pondremos preso y tiraremos la llave”, lamenta. “La actividad criminal genera aumentos directos e indirectos en los niveles de pobreza a indigencia”, nunca lo contrario. La misma nota con otro título, “¿Por qué represión no es una mala palabra?”, figura en el sitio de la Fundación Atlas, que publica varios de sus artículos. En 2005 compara “una Argentina que vaga por el mundo sin rumbo cierto, sin valores claros que valga la pena defender”, con palabras de George Bush, “un estadista para un mundo que aspira a la libertad”. Ese mismo año se pregunta indignado: “¿Cómo es posible que un gobierno que hace desastre tras desastre, que avanza sin sutilezas sobre la libertad individual, que anula el Parlamento y la Justicia, no genere un movimiento de rechazo?”.

“PensAR no depende de ninguna estructura política partidaria”, según su sitio, aunque ha hecho aportes significativos al PRO. Su vicepresidente Eugenio Burzaco y sus vocales Cynthia Hotton, Esteban Bullrich, Julián Obiglio y Federico Pinedo son diputados nacionales. Son vocales el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, los ministros de Hacienda, Néstor Grindetti, y de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera. También son vocales el rabino Sergio Bergman, que reemplazó el “libertad” del himno por “seguridad” durante un acto de Blumberg, y el presidente del grupo Pampa Sur, Miguel Saredi. El director ejecutivo es Jorge Triaca, hijo del sindicalista y ministro menemista socio del Jockey Club.

Sólo dos miembros de FundAR admitieron haber conocido a Cirino y aseguraron ignorar su pasado. La mayoría admitió que la relación con la fundación es esporádica. “La noticia me deja helado”, reconoció Burzaco. “Lo vi en algunos seminarios, sé que se dedica a temas internacionales y tiene un programa de radio, pero en la Fundación no tiene un rol operativo”, explicó. Bullrich lo recordaba de dos charlas, “una sobre terrorismo en Colombia, que dio con una persona de la embajada de Estados Unidos”. Sabía de su paso por Washington pero se sorprendió al conocer su pasado. “No conozco el caso pero soy partidario de que la Justicia actúe. La gente que mató o torturó tiene que estar en una cárcel”, afirmó. Rodríguez Larreta y Grindetti dijeron no haber escuchado nunca su nombre. Por el shabat fue imposible consultar ayer a Bergman. Triaca está en México en un evento organizado por el ex presidente Vicente Fox. Saredi admitió tener “amigos” en FundAR, aunque dijo ignorar que figuraba como vocal. Agradeció la información sobre Cirino. “Lindo muchacho”, resumió.

En 1979, con el nombre de cobertura Jorge Contreras, Cirino se explayó ante en la embajada de Estados Unidos sobre los engranajes del Estado terrorista. Advirtió que los desaparecidos no iban a aparecer y admitió que habían matado a personas sin vínculos con organizaciones armadas sólo para evitar que pudieran reconocer a personas como él. La verdadera identidad de Contreras, denunciada por la Secretaría de Derechos Humanos, derivó el viernes en la detención del Gordo Cirino, que se entregó sin chistar, se negó a declarar ante el juez federal Ariel Lijo y fue trasladado al penal de Marcos Paz junto a Etchecolatz, Von Wernich & Cía.

Luego de cinco años como hombre de la SIDE en la embajada argentina en Washington, Cirino machacó sobre sus especialidades con los rótulos de periodista, historiador, analista, cientista político y docente, entre otros pergaminos. Habló como director de la agencia Notiar y presidente del “Centro de Estudios Hemisféricos Alexis de Tocqueville”. Del “centro de estudios” no existen más rastros que la chapa. En 2005 Cirino la utilizó para hablar en la Universidad de Belgrano sobre “la situación interna en Cuba y los desafíos de la comunidad democrática internacional”. En septiembre compartió con el ex canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y el secretario de redacción del diario La Nación, Jorge Elías, un panel en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) sobre las elecciones en Estados Unidos, coordinado por la señora Malú Kikuchi.

sábado, 8 de noviembre de 2008

De las sombras del 601 al penal de Marcos Paz

Fue identificado y detenido un agente de Inteligencia del Ejército durante la última dictadura

Julio Cirino se presentaba como analista internacional en conferencias y programas de radio y TV. Durante la dictadura fue jefe de un grupo de tareas del 601. Aparece con el alias de Jorge Contreras en un documento desclasificado en Estados Unidos.

Por Diego Martínez
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El documento del Departamento de Estado de los Estados Unidos en el que figura Julio Cirino como Jorge Contreras y su foto en la actualidad.

Julio Alberto Cirino fue jefe de un grupo de tareas del Batallón de Inteligencia 601 y, según sus palabras, conoció al menos tres centros clandestinos. En 1979 se explayó en la embajada de los Estados Unidos sobre los engranajes del terrorismo de Estado. Aseguró que los desaparecidos nunca iban a aparecer y admitió que habían matado a personas sin ningún vínculo con organizaciones armadas sólo ante el riesgo de que pudieran reconocerlos. En los ’90, la SIDE lo envió a la embajada argentina en Washington y, en los últimos años, como periodista, historiador, analista internacional, docente y demás pergaminos, se explayó sobre el retorno de los “populismos revolucionarios”, la seguridad hemisférica y el terrorismo, especialidad que nadie podrá negarle. Sus audiencias fueron desde el programa de la apologista del genocidio Malú Kikuchi hasta miembros del Comando Sur de los Estados Unidos y la Junta Interamericana de Defensa. Pero se le terminaron las ganas de hablar. Fue detenido y se negó a declarar.

A partir de una denuncia de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y por orden del juez federal Ariel Lijo, el Gordo Cirino fue arrestado por personal de la Policía Federal. Ayer pasó su primera noche en el penal de Marcos Paz. Será patrocinado por otra celebridad: el ex juez Alfredo Bisordi.

Los datos más fehacientes sobre el pasado de Cirino datan del 7 de agosto de 1979 y surgen de un largo diálogo que, con el nombre de cobertura Jorge Contreras, mantuvo con el consejero político William Hallman y el oficial de seguridad James Blystone en la embajada norteamericana. El memo de la conversación, incluido entre los documentos desclasificados del Departamento de Estado, se titula “Tuercas y tornillos de la represión a la subversión” y brinda detalles pormenorizados sobre el terrorismo de Estado.

El falso Contreras se presenta como director del Grupo de Tareas 7 de la Central de Reunión del Batallón de Inteligencia 601. Advierte que si otros servicios se enteran del diálogo lo acusarán “de traición por cooperar con una potencia extranjera”. Se muestra “ansioso” de obtener el visto bueno de la embajada aunque asegura haber sido autorizado por el jefe del 601, coronel Alberto Tepedino, y el de la Central de Reunión, coronel Jorge Arias Duval (hoy, ambos con arresto domiciliario). Cuenta que el GT7 se dedica a recopilar y analizar información sobre “estudiantes, grupos políticos y cuerpos religiosos” y que antes encabezaba una subsección dedicada a estudiar a “chinos y rusos” en la que lo reemplazó su propia esposa, María Cristina Rinaldi, cuya captura también pidió la Secretaría de Derechos Humanos.

Cirino les advierte que el aparato represivo es “un entramado complicado”, con entes secretos superpuestos, y que se explayará en base a la “sensibilidad adquirida” en tan noble tarea. Calcula que el 80 por ciento de los centros clandestinos había dejado de funcionar y anticipa que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que un mes después visitaba el país para verificar denuncias, “no va a encontrar paredes vacías y espacios no utilizados” porque habían sido “remodelados” para no ser reconocidos. Así fue.

El falso Contreras informa que las “desapariciones” (comillas de los norteamericanos) “bajaron bruscamente durante 1978”. Admite que existen operaciones “por ultraizquierda”, “sin permiso o conocimiento superior”, y grafica: “si se secuestra a la persona buscada, se publicita; si traen a un ama de casa o a la tía de alguien, se niega”. Consultado sobre la cueva de calle Paseo Colón, denunciada por exiliados, Cirino sonríe, admite que es correcto (allí funcionó el Club Atlético, cuyas patotas y secuestrados habían sido trasladados a El Olimpo) y que conoce otros dos centros de detención.

En 1976 y 1977, explica, las personas que demostraban no tener vínculos con “la subversión” también eran asesinadas, ya que liberarlos implicaba que pudieran reconocer a interrogadores y lugares de cautiverio. Algunos comandantes estaban dispuestos a arriesgar sus operaciones, otros creían “que el proceso era más importante que cualquier individuo y que inclusive los inocentes deben ser sacrificados a fin de evitar que el sistema peligre”.

El represor, dice el documento, “insinuó que los prisioneros eran ejecutados si habían causado alguna muerte o habían puesto vidas en peligro”, y que aun “si accedían a cooperar eran asesinados”. Otros eran blanqueados y a otros, con los que admitía tener contacto, les permitían “trabajar desde sus casas”.

–¿Cuánto puede durar el proceso? –le preguntaron los norteamericanos.

–Es como si me pregunta qué tan largo es un pedazo de hilo. Es imposible saberlo. Lo único que puedo decirles es que quienes desaparecieron temprano no van a aparecer.

Durante ese diálogo, ni siquiera se privó de criticar a sus colegas. Consideró que la “competencia” entre patotas derivaba en “acciones rápidas” que luego se confirmaban equivocadas. Pero cada comandante “siente que tiene y debe continuar teniendo el derecho a operar como le plazca”, dijo. A excepción de la Armada, confesó, las demás fuerzas no envían a sus mejores cuadros a la Central de Reunión, creada para intercambiar figuritas. Los jefes de zonas militares tampoco respetan las jurisdicciones ajenas, lamentó.

Según el titular de la Secretaría de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, Cirino fue un “enlace” entre el 601 y la Embajada de Estados Unidos y actuó como agente civil del batallón entre 1977 y 1985. “Tuvo un rol clave en tareas de contrainsurgencia en Centroamérica”, agregó. Fuentes cercanas a la investigación apuntaron que se formó en grupos católicos ligados al cura antisemita Julio Meinvielle y que en 1974 llegó al Estado de la mano del fascista Alberto Ottalagano. En 1976 escribió Argentina frente a la guerra marxista, en editorial Rioplatense. Cirino es uno de los cientos de represores que gracias a la clandestinidad del terrorismo de Estado permanecen impunes (en su caso, hasta ayer), aunque sus trayectorias posteriores aportan indicios útiles para inferir sus oficios en tiempos de trabajos sucios. La división Seguridad de Estado de la Policía Federal lo detuvo ayer por la mañana, por orden del juez Lijo, que investiga el rol del Batallón 601 en 1979 y 1980. Esta historia recién comienza.