lunes, 31 de agosto de 2009

Proceso a la patota de Galtieri

En Rosario empieza el primer juicio por crímenes de lesa humanidad

Tres oficiales retirados del Ejército y dos agentes civiles que actuaron en Quinta de Funes y Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu serán juzgados desde hoy por 29 privaciones de la libertad, torturas y 17 homicidios agravados.

Por Diego Martínez
/fotos/20090831/notas/na08fo01.jpg
El coronel Guerrieri será juzgado junto con los tenientes coroneles Fariña y Amelong.

Rosario comenzará a vivir hoy su primer juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad. En el banquillo se sentarán tres oficiales retirados del Ejército y dos agentes civiles de inteligencia, imputados por secuestros, torturas y homicidios ordenados por los ex jefes del Segundo Cuerpo, generales Ramón Díaz Bessone y Leopoldo Galtieri. Los delitos que llegan a juicio se investigaron en las causas conocidas como “Quinta de Funes” y “Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu”, dos centros clandestinos de la ciudad. El imputado más conocido es el coronel Pascual Guerrieri, que ya tiene una condena, pero goza de arresto domiciliario por ser mayor de 70 años. El más atípico es Eduardo Constanzo, que el año pasado, amenazado de muerte por sus ex camaradas, entregó información sobre víctimas y victimarios.

Raquel Negro, embarazada de siete meses, fue secuestrada en enero de 1978 en Mar del Plata junto con su hijo Sebastián. A pocas cuadras cayó su compañero Tulio Valenzuela. El grupo de tareas del Segundo Cuerpo los trasladó desde Mar del Plata hasta Quinta de Funes, en las afueras de Rosario. La pareja simuló colaborar hasta lograr la liberación de la criatura de un año y medio. Galtieri decidió luego enviar a sus hombres a México junto con Valenzuela, con la misión de matar o ayudar a secuestrar a miembros de la conducción de la organización, pero infravaloró al oficial montonero: en cuanto tuvo libertad de movimientos, Tucho Valenzuela denunció la operación y obligó al futuro dictador a levantar la quinta.

Tulio y Raquel habían analizado la propuesta a solas y habían acordado cómo desbaratarla, sacrificio mediante de la mujer embarazada tomada como rehén por el Ejército Argentino. Raquel fue trasladada a parir al Hospital Militar de Paraná y aún permanece desaparecida. Tenía 28 años y una larga carrera: JP, Movimiento Villero Peronista, FAR y Montoneros. En enero pasado, su hija nacida en cautiverio recuperó la identidad y conoció a Sebastián. Valenzuela murió un par de años después en el marco de la contraofensiva contra la dictadura. El caso es el más famoso del juicio: Miguel Bonasso lo relató hace 25 años en Recuerdo de la muerte.

Guerrieri será juzgado junto con los tenientes coroneles Jorge Alberto Fariña y Juan Daniel Amelong, que participaron del “Operativo México”, y los civiles Constanzo y Walter Salvador Pagano, ex miembros del Destacamento de Inteligencia 121. El Tucu Constanzo es el primer imputado que llega a juicio tras brindar información sobre delitos cometidos por sus compañeros. Adujo que mientras estaba detenido en un cuartel militar “me quiso matar dos veces el teniente coronel Amelong” y que, por entonces, febrero de 2008, otros represores operaban para que se le revocara la domiciliaria, se lo trasladara a una cárcel, “y que me pase lo mismo que a (Héctor) Febres”, el prefecto de la ESMA que murió envenenado. Excepto Guerrieri y Constanzo, con arresto hogareño, los otros tres imputados estuvieron hasta la semana pasada en el penal de Marcos Paz.

“Quinta de Funes” y “Fábrica Militar” tramitaron por separado durante la instrucción. Como las elevaciones tenían imputados comunes, el Tribunal Oral Federal 1 decidió unificarlas para lograr un proceso más abarcativo en términos de víctimas. Igual, será un botón de muestra frente a las dimensiones del terrorismo de Estado en Santa Fe. Se los juzgará por 29 privaciones ilegales de la libertad y torturas, y 17 homicidios agravados, de personas que continúan desaparecidas. La Cámara Federal porteña que en 1985 juzgó a los ex comandantes dio por probados 668 secuestros en Santa Fe y sólo durante la gestión de Díaz Bessone, hasta octubre de 1976, se registraron 170 desaparecidos.

El tribunal a cargo del juicio lo preside Otmar Paulucci y lo integrarán Beatriz Caballero de Barabani y Jorge Venegas Echagüe. La acusación oficial estará a cargo de la fiscal Mabel Colalongo y como querellantes actuarán los abogados de HIJOS Rosario y de la Secretaría de Derechos Humanos. Los imputados tendrán defensores oficiales.

Las audiencias se harán en el segundo piso de Boulevar Oroño 940. La sala fue cuestionada por el espacio “Juicio y Castigo Rosario”, que reúne a testigos, organismos de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil, porque sus dimensiones son “irrisorias” y obligarán a las víctimas a rozarse con sus torturadores. El presidente del tribunal responsabilizó a los gobiernos local y provincial, a los que requirió sin suerte una sala adecuada. Como sólo podrán ingresar treinta personas, las audiencias se transmitirán en vivo en un salón de la Cámara Federal, donde trabajará la prensa. Una pantalla gigante difundirá en la vereda las imágenes de las audiencias que el tribunal autorizó a transmitir por radio y televisión.

Juicio y Castigo Rosario iniciará la jornada a las 7.30 con una radio abierta frente a tribunales. A las 18 se realizará un acto masivo. Para hoy y mañana se prevé la lectura de la elevación de la causa y los respectivos pedidos de querella y fiscalía. Luego los imputados tendrán su primera oportunidad de declarar, con todas las garantías del Estado de derecho. A partir de la semana próxima comenzarán a declarar los noventa testigos. Antes de fin de año se dictará la sentencia.

Con un ex juez en el banquillo

Mañana comienza otro juicio en Santa Fe
Por Diego Martínez

El ex juez federal Víctor Hermes Brusa se convertirá mañana en el primer integrante de la corporación judicial sometido a proceso oral y público por delitos de lesa humanidad. Acusado de obligar a personas detenidas a firmar declaraciones bajo tortura, Brusa compartirá el banquillo de los acusados ante el Tribunal Oral Federal de Santa Fe con el ex jefe del Destacamento de Inteligencia 122, coronel Domingo Manuel Marcellini, y con cinco ex policías santafesinos.

El principal imputado de la causa era el coronel Juan Rolón, ex jefe de inteligencia del Segundo Cuerpo de Ejército y más tarde del área militar 212. Gracias al “agravamiento ostensible de su salud”, que lo obligaría a estar postrado y con respirador, la Cámara de Casación Penal lo excarceló y más tarde el TOF lo excluyó del juicio. “Enfermo de impunidad y cobardía”, rectificaron HIJOS Santa Fe y Paraná.

Los policías que acompañarán a Brusa y Marcellini son los ex comisarios Mario Facino, Juan Calizto Perizzotti y Héctor Romeo “Pollo” Colombini, el ex oficial de inteligencia Eduardo Alberto “Curro” Ramos y la ex carcelera María Eva Aebi, primera mujer juzgada por su actuación durante la dictadura.

La causa se inició en 2002 cuando el juez federal Reinaldo Rodríguez declaró la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad. En 2005 el magistrado procesó a Brusa, Aebi, Colombini, Facino, Perizzotti, Ramos y al suboficial del Ejército Nicolás Correa, que murió a tiempo, en 2007. Dos meses después procesó a Marcellini. Les imputó privaciones ilegales de la libertad, vejaciones, apremios, coacción, tormentos y asociación ilícita. Luego la Cámara Federal de Santa Fe apartó al juez Rodríguez porque no había indagado a los imputados por el último delito.

Tras excusaciones y renuncias, presidirá el TOF de Santa Fe el juez Roberto Manuel López Arango, del Tribunal Oral de Paraná. Lo acompañarán como conjueces Carlos Damián Renna y Andrea Alberto De Creus. Como fiscal oficiará Gonzalo Armas. Mañana, a las 8.30, habrá una marcha desde Plaza del Soldado hasta la puerta del TOF. El gobierno provincial transmitirá las audiencias en vivo desde la web www.santafe.gov.ar

jueves, 27 de agosto de 2009

Consecuente hasta el final

Murió Diana Julio de Massot, la directora de La Nueva Provincia

Durante cincuenta y tres años manejó el diario que actuó de portavoz histórico de las sucesivas dictaduras. Anticomunista, antiperonista, católica ferviente, Diana Julio de Massot murió a los 80 años, víctima de cáncer.

Por Diego Martínez
/fotos/20090827/notas/na12fo01.jpg
Massot poseía “una cristiana discreción. Hacía del anonimato su regla”.

A sus 80 años, víctima de cáncer, libre e impune hasta el final, murió Diana Julio de Massot, directora del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca durante los últimos 53 años. Férrea militante antiperonista y anticomunista, portavoz histórica de la Armada Argentina y de los sectores integristas de la Iglesia Católica, respaldó todos los golpes de Estado del último medio siglo y minimizó hasta el último día los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas durante la última dictadura.

Un mes antes de su muerte Canal 7 difundió, por primera vez en televisión abierta, la historia de los obreros gráficos y gremialistas Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, secuestrados, torturados y fusilados en 1976 luego de enfrentar durante años a la dirección de La Nueva Provincia, que dedicó veinte líneas a la noticia y nunca fue investigada por la Justicia. La necrológica oficial destaca que su vida y obra se caracterizó por “una cristiana discreción que hacía del anonimato su regla”.

Nieta de Enrique Julio, fundador del diario en 1898, Diana Julio nació en Bahía Blanca el 14 de diciembre de 1928. A los tres años quedó huérfana de madre. Fue criada por una tía y una abuela. Se recibió de bachiller, como pupila, en el colegio Santa Unión de Buenos Aires. A los veinte años se casó con Federico Ezequiel Massot, que iniciaba su carrera diplomática. Lo acompañó en sus primeros destinos, Manila y Sydney, y tuvieron tres hijos: Federico, Vicente y Alejandro. En enero de 1950, mientras vivían en Filipinas, el presidente Juan Domingo Perón clausuró La Nueva Provincia.

Cinco años después Massot participó como comando civil en el derrocamiento de Perón. El 17 de septiembre, tras el bombardeo en Plaza de Mayo, el autodenominado “Comando Naval Revolucionario” lo designó interventor del diario de su familia política. Los viejos anuarios del periódico consignan que Diana Julio asumió como directora en 1959. La necrológica de ayer sostiene que fue en 1956, luego de negarse a acompañar a Massot a la embajada de Londres. La figura paterna, que murió en 1970 luego de prestar servicios en Haití, Costa Rica, Honduras y Pakistán, se esfuma misteriosamente en las historias oficiales.

Diana Julio comenzó entonces una extensa carrera profesional, que la llevó a conformar uno de los primeros multimedios del país tras la adquisición de la radio LU2 y el Canal 9 de televisión. También impulsó la creación de la Asociación de Radiodifusoras Privadas (ARPA) y de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa). Se perfeccionó en la Universidad de Columbia, que la distinguió con el premio Maria Moors Cabot, y tuvo un rol activo en la Sociedad Intera-mericana de Prensa.

Tras el golpe de Juan Carlos Onganía, la directora “reveló su mejor perfil combativo”, explica la crónica oficial, escrita en vida y con esmero. La Nueva Provincia se destacó “por su compromiso indeclinable con la defensa de las más profundas tradiciones nacionales y de los fundamentos de la cultura occidental”, agrega, al tiempo que “hizo causa común con la doctrina pontificia referida a cuestiones de fe y costumbres”. En nombre de la civilización occidental y cristiana, Diana Julio decidió que “no había, con los enemigos de la Nación, negociación posible”, y se especializó en criminalizar a las organizaciones políticas y a los sacerdotes tercermundistas para justificar luego su exterminio. Los propios archivos de la Policía Bonaerense la registraron como “una activa militante anticomunista” y destacaron su predisposición para difundir gacetillas de la Liga Anticomunista Mundial, dedicada a desenmascarar “dirigentes políticos y clérigos cómplices, ocultos o abiertos, de la subversión comunista”.

Dos meses después de la asunción de Héctor Cámpora, la directora invitó a “nuestros hombres de armas” a “reconocer que la Argentina vive un clima de guerra interna y proceder sin contemplaciones ni concesiones”, línea que guió no sólo su prédica. En 1975 promovió una “agenda de saneamiento” en la Universidad del Sur, que inició el rumano Remus Tetu, escriba del diario y ex miembro del gobierno colaboracionista de la ocupación nazi, y continuó en 1976 con un juicio por “infiltración ideológica marxista”.

El 24 de marzo tituló su editorial “Refundar la Patria”. Sostuvo que “Argentina es una nación occidental y cristiana” y enumeró como enemigos “al aparato subversivo, el ‘sacerdocio’ tercermundista, la corrupción sindical, los partidos políticos, la usura de la ‘derecha económica’ y la contracultura izquierdizante”. “Al enemigo es menester destruirlo allí donde se encuentre, sabiendo que sobre la sangre redentora debe alzarse la segunda república”, arengó con términos de capellán, y sugirió utilizar una “violencia ordenadora” que “no haga distinciones al emplear su fuerza limpia contra las banderías opuestas”. Durante el tercio de siglo posterior, coherente con su pedido, luchó por la impunidad de los genocidas.

miércoles, 26 de agosto de 2009

“Macri no tuvo respeto ni dignidad”

Sergio Burstein, de Familiares y Amigos de Víctimas de la AMIA y la renuncia de Palacios

“Jamás va a tener noción de cuánta bronca e impotencia generó”, dijo Burstein sobre la ahora fallida designación de Jorge “Fino” Palacios como jefe de la Policía Metropolitana. También reiteró que “Macri sigue mintiendo”.

Por Diego Martínez
/fotos/20090826/subnotas/na12fo01.jpg
Sergio Burstein, integrante de Familiares y Amigos de Víctimas de la AMIA.

“Fueron seis meses de dolor. Macri jamás va a tener noción de cuánta bronca e impotencia generó. Evidentemente ve la historia desde otro nivel.” La reflexión pertenece a Sergio Burstein, de Familiares y Amigos de Víctimas del atentado a la AMIA, quien acusó al jefe de Gobierno y al ministro Guillermo Montenegro de “defender lo indefendible” y mentir hasta el final “para no asumir el costo político de las críticas”.

–¿Qué lectura hace de la renuncia?

–No puedo decir que sea una victoria, nos rodean muchos muertos, pero creo que empezamos a obrar desde el sentido común. Este final no debió haber existido porque la designación no debió haber existido. Macri logró unir a sectores desunidos, que pensamos diferente más allá de la búsqueda común. La designación estuvo rodeada de mentiras. Me llamaron para decirme que se había dejado sin efecto y tras las elecciones lo nombraron. No se animaron a pagar el costo de que la gente los reprobara con su voto. Se nos faltó el respeto. Ahora se nos dice que somos agresivos. La agresión es del jefe de Gobierno por nombrar a alguien señalado por la Justicia. Deben tener algún dato que no tenemos, porque se dice que es inminente el procesamiento. ¿Hacía falta tanta mentira, tanta miseria humana, tantos calificativos denigrantes? ¿Hacía falta que ni siquiera viniera a honrar a las 85 personas masacradas para no asumir el costo político de las críticas? Hace falta respeto y dignidad y el jefe de Gobierno no las tuvo.

–Macri dijo que fue “una decisión personal” y Montenegro que “intentó persuadirlo” para que no renunciara. ¿Lo sorprenden ambas actitudes?

–Dudo mucho de la palabra del jefe de Gobierno porque ya me mintió una vez. Sólo Palacios sabrá si fue una decisión personal. Tal vez con el tiempo lo sepamos. Quien en definitiva optó por un poco de sentido común fue Palacios. No puedo olvidar la terrible mentira del ministro cuando dijo que el tribunal había tratado el aviso del allanamiento por parte de Palacios. Imposible: el tribunal terminó su trabajo en 2004 y el llamado apareció en 2005. Esa manera de defender lo indefendible fue propia de ambos. Me hubiera gustado que Macri, con todo el dolor del alma, le pidiera la renuncia. Hubiera sido una manera digna de cerrar la historia. Pero no, terminó justificando y pidiendo que dejemos de agredirlo. Por fortuna hubo muchos ciudadanos que con su firma y su voz le hicieron saber que estaban en contra. Y esto no quiere decir que no querramos una policía de la ciudad.

–Usted le aconsejó a Macri que leyera la causa por encubrimiento, ¿sabe si la leyó?

–Se lo dije a Montenegro. Que deje de escuchar a quien lo asesora, el fiscal (José) Barbacchia, y que lea la causa. Un tipo que fue fiscal y juez sabe leer una causa y por los comentarios que hacía era evidente que no la había leído. Simplemente defendían a Palacios. Tomaron la justicia en sus manos y decretaron su inocencia. Recién escuché a Macri decir que AMIA y DAIA lo condecoraron y no cuestionaron el nombramiento. ¡Sigue mintiendo! La condecoración fue antes de que se supiera lo que se supo y cuando se reunieron fueron claros: “No estamos de acuerdo con el nombramiento hasta que la Justicia no se expida”. Eso no es convalidar. Sigue mintiendo para justificar. Eso no habla bien del jefe de Gobierno. Y no es una agresión. Ojalá hubiera dicho “tomamos conciencia que el jefe de policía debe asumir con un consenso ciudadano”, hubiera sido más sencillo.

–¿Le aclararon por qué Macri no fue al acto de la semana pasada?

–No. La versión oficial es que tenía una reunión de gabinete. Tal vez se estaba hundiendo Buenos Aires y lograron evitarlo. Debió ser algo muy terrible para no estar presente en el recordatorio de 85 masacrados en la ciudad que gobierna. Sólo una vez estuvo en un acto como jefe de Gobierno. En éste sabía que iba a recibir críticas y no las afrontó. Eso no habla bien de un político, que debe hacerse cargo de aciertos y errores. Fueron seis meses de dolor. Macri jamás va a tener noción de cuánta bronca e impotencia generó. Evidentemente ve la historia desde otro nivel.

–¿Qué expectativas tiene sobre el futuro de Palacios en la causa por encubrimiento?

–Si me atengo a la presentación del fiscal y a sus respuestas no dudo que va a ser procesado. Pero no hay que perder de vista que la cabeza es Menem, luego Munir, Galeano, Anzorreguy y después Palacios, que por orden de Menem levantó el teléfono y le avisó a un tipo que iban a allanarlo. Por eso tampoco puedo aceptar que digan que fue una operación para desprestigiar a Macri. El 18 de julio de 2005, cuando denuncié en mi discurso el llamado de Palacios, Macri no era jefe de Gobierno. Luego la Justicia tardó tres años en investigar como correspondía. No dudo que va a ser procesado y luego el tribunal oral determinará su responsabilidad. Pero un tribunal, no un jefe de Gobierno o un ministro de Justicia.

domingo, 23 de agosto de 2009

Los 39 que siguen prófugos

EL FACIL ESCAPE DE UN REPRESOR
Por Diego Martínez
/fotos/20090823/notas/na02fo01.jpg

El operativo no aparece en los programas de entretenimiento que la policía arma para la TV, pateando puertas de pibes pobres, pero en teoría ocurrió, consta en actas. La orden judicial era allanar y detener a un represor en el barrio de Floresta. El hombre, tres décadas impune, estaba acusado de interrogar a secuestrados en los centros de detención Vesubio y Campo de Mayo como miembro de la Central de Reunión del Batallón de Inteligencia 601. El principal Walter Prudencio Castillo, enviado por la División Operaciones del Departamento Seguridad del Estado de la Policía Federal, buscó dos testigos y tocó timbre. De repente apareció la hija.

–Fue a ver a mi abuelo al geriátrico, en Avellaneda –dijo.

Con la orden de allanar en el bolsillo, el policía abandonó la casa, caminó hasta un locutorio y pidió instrucciones.

—¡Allane! ¡Búsquelo! –le ordenaron.

Revisó la casa. Nada. Se subió al patrullero hasta que apareció el abogado Eduardo San Emeterio.

–Está en las inmediaciones (sic) aguardando el resultado de mi intervención –le informó, en palabras textuales de Castillo. El principal no se movió del patrullero, ni informó a sus superiores.

–Voy a pedir que le armen un bolso con ropa –agregó San Emeterio.

A los quince minutos volvió para advertirle que no perdiera tiempo. “No se va a entregar”, le informó.

El flamante prófugo es Carlos Eduardo Somoza, tiene 56 años, se formó en Gendarmería, estudió la carrera de fotointérprete en la Universidad del Salvador y vivió hasta el 13 de julio en Concordia 989, esquina Luis Viale. Según declaró en 1984 ante la Conadep el penitenciario Norberto Cendón, hoy prófugo de la Justicia, Somoza era el nombre real de un interrogador del Vesubio. Su nombre de cobertura era “César Ernesto Segal” y usaba los apodos “Gordo” y “Fito”, contó. Sobrevivientes del “Campito”, el mayor centro de detención del país, en Campo de Mayo, también lo recuerdan por sus alias. La coincidencia de las iniciales de Somoza y Segal no es casual: era una obligación impuesta por la ley de personal civil de la SIDE y los servicios de las Fuerzas Armadas.

Aún más preocupante que la eficacia de Carrizo es el motivo por el cual Somoza no fue detenido antes. En octubre de 2007 la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación le entregó un informe con sus antecedentes a Martín Suares Araujo, entonces juez federal de San Martín. Cuatro meses después el fiscal Jorge Sica reiteró el pedido de detención. El magistrado renunció en diciembre sin pedir la captura. En febrero asumió como juez subrogante Juan Manuel Yalj, quien pidió a la Secretaría datos sobre las víctimas que lo identificaron. La principal era Juan Carlos Scarpatti, que reconoció en la foto de Somoza al interrogador apodado “Gordo”. Mítico militante y testigo central de Campo de Mayo, Cacho Scarpatti murió en agosto de 2008, sin poder ver siquiera la condena de Santiago Riveros.

La orden de detención de Somoza la libró el juez federal Ariel Lijo por su rol en el “Operativo Murciélago”, el secuestro y asesinato de los montoneros que ingresaron al país en 1980 en la “contraofensiva” contra la dictadura, crímenes por los que fueron condenados ocho coroneles del Batallón 601. “Segal” figura en la causa como enviado asiduo a la “base San Pablo”, desde donde se habría coordinado el secuestro de Horacio Campiglia y Mónica Pinus de Binstock, trasladados a Campo de Mayo y desaparecidos. “Segal” o “Fito” también figura entre los interrogadores de la sobreviviente Silvia Tolchinsky en una de las “casas” que el servicio de inteligencia del Ejército tenía en inmediaciones de Campo de Mayo. Ante la consulta de Página/12, el juez Lijo informó que recibió un pedido de disculpas del jefe de la División Operaciones, que hasta el chubasco de Castillo gozaba de excelente reputación en la Justicia federal.

Peor suerte que Somoza corrió Jorge Oscar Baca, civil del Batallón 601 que en los centros clandestino se hacía llamar “Negro Boyé”. Su nombre de cobertura era Juan Omar Boyé, siempre con idénticas iniciales que el real. Tolchinsky lo mencionó como un “alcohólico” que era secretario del coronel Jorge Luis Arias Duval, jefe de la Central de Reunión del 601. Recordó que la interrogó en Mendoza al día siguiente de su secuestro y que volvió a padecerlo durante su cautiverio en las “casas” cercanas a Campo de Mayo.

Según registros del Centro de Estudios Legales y Sociales, la lista de represores prófugos asciende a 39. Incluye militares, policías y civiles como el ex juez Guillermo Madueño (foto), que hasta 2004 integró el Tribunal Oral Federal N° 5. El Estado creó en mayo de 2008 una Unidad Especial de Búsqueda, con un fondo de recompensas de cinco millones de pesos, que quince meses después no cuenta aún con un sitio web para que la sociedad conozca sus fotos y prontuarios.

La lista de los que son buscados

Capital Federal (14)

Causas ESMA-Walsh: Díaz Smith, Jorge Manuel (Prefectura), Di Paola, Francisco Armando (Armada) González, Roberto Oscar (Policía Federal), Linares, Juan Carlos (PF), Salvia, Pedro (PF), Sánchez, Gonzalo (Prefectura), Vildoza, Jorge Raúl (Armada).
Causa Primer Cuerpo: Baraldini, Luis Enrique (Ejército),Cendón, Néstor Roberto (SPF), Cruz, Eduardo Angel (PF). Causa sustracción de menores: Grimaldos de Vildoza, Ana María (civil), Vázquez Sarmiento, Juan Carlos (Fuerza Aérea). Causa Batallón de Inteligencia 601: Somoza, Carlos Eduardo (PCI). Causa Masacre de Fátima: Martínez, Luis Alberto (PF).

Buenos Aires (10)

Mar del Plata. Causa Base Naval: Delgado, Fernando Federico (PCI), Ullúa, Eduardo Salvador (PCI).
Bahía Blanca. Causa Cuerpo V: Alvarez, Aldo Mario (Ejército), Madueño, Guillermo Federico (civil). Bahía Blanca. Causa Puerto Belgrano: Molina, Ricardo Joaquín (Armada). La Plata. Causa Unidad 9: García, Jorge Luis (SPB). La Plata. Causa Raffo: Vidal, Jorge Héctor (policía bonaerense). San Martín. Causa Campo de Mayo: Cardarelli, Nedo Otto (Ejército).
San Martín. Sustracción de menores: Duarte, Roberto Cándido (civil). San Nicolás. Causa Lanzillotto: Escande Lobos, Faustino Sergio (SPB).

Santa Fe (5)

Rosario. Causa Feced: Peralta, César Luis (PCI)–Rebechi, Eduardo (PCI). Rosario. Causa Quinta de Funes: Gertrudis, Héctor (Gendarmería), Isach, Carlos (Policía de Santa Fe). Rosario. Causa Galdame: Tuttolomondo, Antonio (Policía de Santa Fe).
Neuquén. Causa Escuelita (2): Di Pasquale, Jorge Héctor (Ejército), Mendoza, Héctor (policía de Neuquén).
San Juan. Causa Erize: Coronel, Juan Carlos (policía de San Juan). Nieto, Horacio Julio (PSJ).

Tucumán (2)

Causa Vargas Aignasse: Villegas, Norberto Ricardo (Ejército). Causa Carlos Rocha: Schwab, Héctor Mario (Ejército).
Chubut. Causa Masacre de Trelew: Bravo, Roberto Guillermo (Armada)
Formosa. Causa Carrillo: Domato, Horacio Rafael (Gendarmería)
La Rioja. Causa Andrés Angel: Britos, Eduardo Abelardo (Gendarmería)
Salta. Causa Masacre de Palomitas: Arrechea Andrade, Antonio (Ejército).

sábado, 22 de agosto de 2009

Cerca del juicio

Se cumplen 37 años de la Masacre de Trelew
Por Diego Martínez
/fotos/20090822/notas/na13fo01.jpg
El 22 de agosto de 1972 fueron fusilados 16 presos políticos.

Con la causa elevada a juicio oral y público, cinco de los seis marinos acusados en prisión domiciliaria y el principal fusilador quién sabe dónde, se cumplen hoy 37 años de la Masacre de Trelew, el asesinato de 16 presos políticos en la base Almirante Zar, el 22 de agosto de 1972. Los actos centrales, organizados por la Subsecretaría de Derechos Humanos de Chubut, se desarrollarán en el viejo aeropuerto de Trelew, hoy Centro Cultural por la Memoria, donde los militantes se entregaron luego de fugarse del penal de Rawson y perder el avión que pudo salvarles la vida.

Todo indica que será el último aniversario sin condenas. A fines de abril, el juez federal Hugo Sastre elevó la causa con seis imputados. Los capitanes de fragata Luis Emilio Sosa y Emilio Jorge del Real, y el cabo Carlos Amadeo Marandino rendirán cuentas como autores de 16 homicidios agravados por alevosía y premeditación más tres en grado de tentativa, por los sobrevivientes María Antonia Berger, Alberto Camps y René Haidar. Como cómplices necesarios serán juzgados el contraalmirante Horacio Mayorga, enviado por el gobierno de facto tras la fuga, y el entonces jefe de la base, capitán de navío Rubén Norberto Paccagnini. El responsable del sumario interno que respaldó la versión oficial del intento de fuga, capitán de navío Jorge Enrique Bautista, será juzgado por encubrimiento.

De los tiempos del tribunal pero sobre todo de la voluntad política de los Estados Unidos depende que el juicio incluya también al teniente de navío Roberto Guillermo Bravo, jefe de turno la madrugada de la masacre e identificado por los tres sobrevivientes como uno de los verdugos que recorrió los calabozos para darles los tiros de gracia. El juez Sastre ordenó su detención el 9 de febrero de 2008. Diez días después Página/12 reveló que Bravo vivía en Florida y era dueño de RGB Group Inc, firma que lleva sus iniciales, factura millones de dólares y provee de servicios médicos y paramédicos a fuerzas militares y de seguridad norteamericanas. El marino devenido empresario jugó a las escondidas con Página/12 y también con El Nuevo Herald, que lo buscó en sus oficinas de Miami.

El proceso de detención y extradición de Bravo, que tras la masacre se refugió en la base naval de Puerto Belgrano y luego en la Agregaduría Naval en Washington, se realiza por medio de la Embajada de los Estados Unidos y lleva ya dieciocho meses. Las exigencias las fija el agregado jurídico de la embajada, quien primero pidió la traducción de todas las pruebas, tarea que demandó meses, y luego declaraciones complementarias y especificaciones que eternizaron el trámite. A principios de agosto trascendió que el pedido había llegado al Departamento de Justicia de los Estados Unidos, responsable de enviarlo al juez que deberá ordenar la captura del Ñato Bravo, quien ya tuvo un año y medio para esconderse.

El juicio estará a cargo del Tribunal Oral Federal (TOF) de Comodoro Rivadavia, aunque se realizaría en Trelew o Rawson. Para que el TOF confirme el inicio de las audiencias resta que la Cámara Nacional de Casación Penal caratule los homicidios como delitos de lesa humanidad y, por ende, imprescriptibles, tal como sostuvieron el juez Sastre y la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia. Los defensores de los imputados interpusieron el recurso ante Casación en mayo de 2008. Allí descansa desde entonces. De los seis imputados con procesamiento firme el único que cumple prisión efectiva, en la alcaidía policial de Trelew, es el ex cabo Marandino, el mismo que declaró que cuatro oficiales alcoholizados le ordenaron abrir las puertas del calabozo y retirarse, y el único que admitió que le ordenaron mentirle al instructor Bautista para encubrir el fusilamiento.

jueves, 20 de agosto de 2009

Le llegó el turno al dictador

24 años después del Juicio a las Juntas, Jorge Rafael Videla enfrentará otro proceso oral

Está acusado por las torturas y ejecuciones de presos políticos alojados en la Unidad Penitenciaria 1 y en el Departamento de Informaciones (D2) de la policía de Córdoba. Lo acompañan Luciano Benjamín Menéndez y otros 23 represores.

Por Diego Martínez
/fotos/20090820/notas/na19fo01.jpg
Jorge Rafael Videla será juzgado en Córdoba por primera vez desde la anulación de las leyes de impunidad.

A casi un cuarto de siglo de su condena a prisión perpetua en el histórico juicio a los ex comandantes, el dictador Jorge Rafael Videla afrontará en los próximos meses, en Córdoba, su primer juicio oral y público tras la reapertura de las causas. Secundado por el condenado Luciano Benjamín Menéndez, el ex jefe del Ejército y presidente de facto será el principal de veinticinco acusados por las torturas y ejecuciones de presos políticos arrancados de la Unidad Penitenciaria 1 entre abril y septiembre de 1976, y por idénticos delitos en el Departamento de Informaciones (D2) de la policía de Córdoba. Así surge de la elevación a juicio que resolvió ayer la jueza federal Cristina Garzón de Lascano. El martes se sorteará qué tribunal oral federal será responsable de juzgarlo.

“El nivel de instrucción de esta causa fue muy importante desde el momento que abarca a toda la cadena de mandos: a quienes dieron las órdenes, a quienes las transmitieron y a quienes las ejecutaron”, consideró Martín Fresneda, abogado querellante de H.I.J.O.S. regional Córdoba. “Desde ese punto de vista es una causa muy completa, con abundante prueba, y muy significativa sobre cómo las estructuras militares intervinieron con metodologías clandestinas en las viejas estructuras legales del Estado, como un establecimiento penitenciario”, agregó.

Videla y Menéndez eran en 1976 comandante en jefe del Ejército y del Tercer Cuerpo, respectivamente. Por debajo, en Córdoba, se ubicaba el jefe de la Brigada de Infantería Aerotransportada IV y del área militar 311, general Juan Bautista Sasiaiñ, que murió impune. Sí serán juzgados, todos como autores mediatos, el ex jefe de Estado Mayor general Vicente Meli, y los tenientes coroneles Mauricio Carlos Poncet (jefe de la División Personal), Raúl Eduardo Fierro (jefe de Inteligencia) y Jorge González Navarro (jefe de Asuntos Civiles).

El 30 de abril de 1976, luego de diez días secuestrados en el D2, pegado a la Catedral cordobesa, María Eugenia Irazusta, Eduardo Bártoli y Víctor Chiavarini fueron asesinados en un falso intento de fuga. El 17 de mayo, por orden del fallecido Raúl Telleldín, célebre torturador y jefe de informaciones del D2, su banda se presentó en la cárcel con dos órdenes de traslado. En tres vehículos se llevaron, amordazados y encapuchados, a seis presos políticos. Minutos después los fusilaron. Los imputados del D2 que llegan a juicio son los ex comisarios Jamil Jabour, Luis Alberto Rodríguez y Carlos Alberto “Tucán” Yanicelli, los suboficiales Ricardo Cayetano Rocha, Marcelo Luna y Calixto Luis “Chato” Flores, y los civiles Alberto Luis Lucero, Juan Eduardo Ramón Molina, Miguel Angel “Gato” Gómez.

Otras ejecuciones de presos de la UP1 tuvieron protagonistas militares. El 5 de julio de 1976, por orden del teniente coronel Víctor Pino, un grupo de detenidos fue obligado a desvestirse y apoyar los brazos contra un muro de la cárcel. El cabo Miguel Angel Pérez recorrió la fila repartiendo bastonazos. Raúl Bauducco cayó al recibir un golpe en la cabeza. “¡Parate o te mato!”, le gritó Pérez. Como no obtuvo respuesta le murmuró algo al oído al teniente Enrique Pedro Mones Ruiz, que asintió en silencio. Pérez volvió, apuntó a la cabeza de Bauducco y disparó.

Nueve días después, el teniente Gustavo Adolfo Alsina se molestó al ver a José Moukarzel hablar con otro detenido. Lo sacó a un patio, lo hizo desnudar y lo ató de pies y manos con estacas. Le pegó, lo pateó y le tiró un baldazo de agua fría. A las once de la noche, ya inconsciente, lo sacaron en camilla al Hospital Penitenciario, donde murió dos horas después. El médico José Felipe Tavip, sin realizar la autopsia, consignó en el certificado de defunción que murió producto de un paro cariorrespiratorio. El 12 de agosto, por orden de Sasiaiñ, el teniente Osvaldo César Quiroga retiró de la cárcel a Miguel Vaca Narvaja, Arnaldo Toranzo y Gustavo De Breuil. Minutos después fueron asesinados cerca del estadio Château Carreras. Además de los seis citados, serán juzgados por torturas en la UP1 los suboficiales José Antonio Paredes y Carlos Hibar Pérez. Completan la lista de imputados el teniente coronel Emilio Juan Huber y el mayor Francisco Pablo D’Aloia.

Para el 8 de octubre el TOF-1 de Córdoba tiene previsto comenzar a juzgar a Menéndez y a cinco ex miembros del D2, incluidos Flores y Gómez, por torturar y asesinar a Ricardo Albareda, ex subcomisario y miembro del aparato de inteligencia del ERP. Si del sorteo del martes surge que el mismo tribunal debe juzgar a Videla & Cía., ambas causas podrían acumularse en un juicio con 28 imputados. Si “UP1” recae en el TOF-2, es probable que el dictador de 84 años deba esperar su turno en el penal de Campo de Mayo.

jueves, 13 de agosto de 2009

“Fueron crímenes sistemáticos y a gran escala”

Seis represores condenados en el primer juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo

El general Santiago Omar Riveros fue sentenciado a prisión perpetua en una unidad del Servicio Penitenciario. Cinco subordinados suyos recibieron entre 25 y ocho años. Fue por las torturas y el homicidio de Floreal Avellaneda, de 15 años, y el secuestro de su madre.

Por Diego Martínez
/fotos/20090813/notas/na11fo01.jpg
Santiago Omar Riveros, ex comandante de Institutos Militares, y el general Jorge Osvaldo García ayer en el Tribunal Oral de San Martín.

A un tercio de siglo de los crímenes en Campo de Mayo, sede del mayor centro clandestino de detención y tortura del Ejército durante la última dictadura, el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín condenó ayer a la pena de prisión perpetua al general retirado Santiago Omar Riveros, ex comandante de Institutos Militares, de 86 años. La sentencia incluyó condenas a los generales Fernando Verplaetsen y Jorge Osvaldo García, a los capitanes César Fragni y Raúl Harsich, y al ex policía Alberto Aneto. Por tratarse de delitos de lesa humanidad cumplirán su pena en una unidad del Servicio Penitenciario Federal. El Tribunal consideró que “por la sistematicidad y gran escala” de los delitos cometidos en la ex Zona IV se trató de “crímenes de lesa humanidad”, como solicitó la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, y rechazó la calificación de genocidio reclamada por el querellante de Justicia Ya! y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.

La primera condena por delitos de lesa humanidad en Campo de Mayo, por donde se estima que pasaron más de cinco mil secuestrados, fue por un caso emblemático, probado desde el Juicio a las Juntas en 1985: el homicidio de Floreal Avellaneda, cuyo cadáver con signos de empalamiento, atado de pies y manos, apareció en la costa uruguaya en mayo de 1976, previo secuestro y torturas junto a su madre Iris Pereyra. El joven, de 15 años, militante de la Federación Juvenil Comunista, fue secuestrado el 15 de abril de 1976, en su casa de Munro, durante un operativo para capturar a su padre homónimo por su militancia gremial en la fábrica Tensa. Madre e hijo fueron torturados primero en la comisaría de Villa Martelli y luego en “El Campito”, en la guarnición militar Campo de Mayo. Anoche, con los ojos llenos de lágrimas, rodeado de pibes de la FJC y de H.I.J.O.S., Floreal Avellaneda padre cantó, tras la sentencia: “No hubo errores, no hubo excesos, son todos asesinos los milicos del proceso”. Horas antes, ante Página/12, recordó que “los juicios siguen” y consideró “fundamental que todos los responsables sean condenados”.

La lectura del fallo, a cargo de Lucila Larrandart, Martha Milloc y Héctor Sagretti, incluyó los considerandos, por lo que duró casi seis horas. Fue seguida por un centenar de personas, incluidos familiares de Floreal Avellaneda y también de los imputados, separados por cinco policías. Los acusados prefirieron no estar en la sala. Por la mañana, durante las “últimas palabras” de Riveros y García (ver aparte), hubo incluso una docena de militares de civil. Para garantizar la publicidad del proceso, la jornada fue seguida por diez cámaras de filmación y otros tantos reporteros gráficos.

El tribunal desbarató uno a uno los planteos de las defensas, a las que cuestionó varias veces. Calificó como “de humor negro” la actitud del defensor oficial Carlos Palermo, quien puso en duda que el examen de las huellas dactilares fuera suficiente para probar una identidad y planteó que debieron mostrarles las fotos del cadáver de Floreal Avellaneda a sus padres. Larrandart también llamó la atención sobre objeciones de algunas querellas ante preguntas a los testigos. “Parecieran no pertenecer a organismos de derechos humanos”, dijo. El tribunal destacó el valor de la “prueba indiciaria” frente a crímenes signados por “la clandestinidad y la destrucción planificada de las pruebas”.

A las 20.43, con la bandera argentina a su derecha, la bonaerense a su izquierda y Jesucristo crucificado sobre su cabeza, la presidenta del tribunal leyó la condena a “prisión perpetua” a Riveros y la sala estalló en abrazos y aplausos. Icono del terrorismo de Estado, indultado por Carlos Menem en 1990, Riveros fue comandante de Institutos Militares entre 1976 y 1978. Su primera condena (en octubre afrontará su segundo juicio) es como autor de apenas dos privaciones ilegales de la libertad agravados por la violencia, allanamiento ilegal, robo, torturas agravadas por tratarse de perseguidos políticos, homicidio agravado y ocultamiento del cuerpo.

La segunda mayor pena, de 25 años de prisión, fue para Verplaetsen, ex jefe de inteligencia de Campo de Mayo en 1976. El entonces coronel era interlocutor habitual del responsable del centro clandestino, teniente coronel Jorge Voso, alias Ginebrón, que murió impune. Por la “disfunción y trastornos psicogénicos” invocados por sus defensores, Verplaetsen es el único de los condenados que “previo examen médico y psicológico” podría beneficiarse con el arresto domiciliario.

La pena para el general García será de 18 años de cárcel. Con el grado de coronel, García era en 1976 director de la Escuela de Infantería y jefe del área militar donde vivía la familia Avellaneda y donde funcionaba la comisaría de Villa Martelli, primera escala tras las capturas. Fragni y Harsich eran entonces sus subordinados. Las firmas de ambos figuran en un “acta de detención” labrada tras los secuestros, recibida años después por un familiar de las víctimas. Fragni declaró en 1984 haber intervenido en “algunas operaciones de la guerra contra la subversión”. Ante la ausencia de testigos de las torturas y la posibilidad de que por el grado y la posición en la estructura militar no conocieran el plan secreto del Ejército elaborado dos meses antes, el tribunal los responsabilizó sólo por los secuestros y robos, y los condenó a ocho años de prisión.

Distinto es el caso de Aneto, jefe de turno de la comisaría la madrugada de los hechos, reconocido por Iris Pereyra como integrante del grupo de tareas que la secuestró y luego la torturó, en Villa Martelli y en Campo de Mayo. El tribunal rechazó por “inverosímil” la coartada del ex policía, quien aseguró recordar que aquel día mantuvo una larga charla con un detenido, que recibió la visita de su mujer y que comió un sandwich de milanesa. Citado como testigo, el ex detenido lo refutó. Aneto fue condenado a la pena de 14 años de prisión.

Con invocaciones a Dios y a la Virgen

Riveros y García hablaron antes del fallo
Por Diego Martínez
/fotos/20090813/subnotas/na11fo02.jpg
Floreal Avellaneda.

Ni arrepentimiento, ni admisión de los crímenes. Sólo reclamos de ser juzgados por “nuestros jueces naturales”, cuestionamientos al “foráneo concepto de crímenes de lesa humanidad” e invocaciones a “Dios y la Virgen Inmaculada”, que ayer en San Martín no lograron despegarse de quienes los invocaron. Las “últimas palabras” previas a la sentencia, por la mañana, estuvieron a cargo de los generales Santiago Riveros y Jorge Osvaldo García. Fernando Verplaetsen optó por el silencio y fue autorizado a dejar la sala. Los otros imputados habían declarado el viernes.

“Ustedes son jueces de la democracia, no pueden ser jueces de militares, no nos conocen bien, no saben lo que sufrimos”, dijo. Como ejemplo de la dedicación que exige convencer a un civil sobre la legitimidad de los métodos castrenses, citó a su ex abogado Florencio Varela, “que estuvo seis años hasta que pudo entenderme”. Más tarde admitió a su manera las dificultades para comprender las reglas del estado de derecho. “Hace 26 años padezco el tormento de recorrer estrados judiciales y en ninguno reconocí la competencia de los jueces”, dijo. “Durante cuarenta años de vida militar me dijeron que esos señores de gorra roja, los generales, eran mis jueces naturales”, agregó. “El Estado nos engañó. Nos formó para obedecer órdenes y ahora aparecen señores que hablan de órdenes inmorales. Las órdenes son órdenes, no se analizan, se cumplen”, predicó.

También renegó del “foráneo concepto de crímenes de lesa humanidad”, que “ni Alfonsín, ni los fiscales del Juicio a las Juntas aplicaron”, y reclamó que se analizara el contexto de “guerra revolucionaria contra el agresor marxista”. Agradeció “a mi querida esposa, fiel compañera” y “a mis dos amados hijos”. “Mis familiares son mis verdaderos jueces naturales”, dijo, contrariando el discurso previo, aunque están por debajo “del juez superior, en el cielo”. Cerró con “mi sincero respeto a la familia Avellaneda, por lo que sufren, por lo que han sufrido y por lo que seguirán sufriendo en su búsqueda de la verdad”.

“Me siento una víctima, un preso político”, arrancó García. Dijo haber participado de “una guerra declarada por el gobierno constitucional” y “continuada en todo el país a partir del 24 de marzo de 1976”. El proceso de justicia está plagado de “sentimientos de venganza y odio, inspirado por la mentirosa propaganda de ex integrantes de organizaciones terroristas devenidos en autoridades enquistadas en todos los niveles de gobierno”, afirmó. “Se intenta reescribir la historia con políticas educativas de tinte gramsciano”, dijo, y aseguró que “ya hay dos generaciones formadas en la calumnia y la mentira”. Lamentó la pasividad de los cómplices civiles del terrorismo de Estado, “entusiastas de las Fuerzas Armadas de entonces”, a quienes “no se les pide adhesión, pero sí memoria”.

Cerró con un pedido de “reconocimiento a todos los caídos en esta guerra, sin distinción de ninguna naturaleza, y a quienes aún sufren las consecuencias de tanta violencia demencial”, y manifestó su deseo de “que la sociedad argentina pueda interpretar con madurez y objetividad los hechos de la década del ’70”. “Ruego a Dios nuestro Señor que ilumine las decisiones del tribunal y que la Virgen Inmaculada nos proteja con vuestro sagrado manto”, concluyó.

lunes, 10 de agosto de 2009

La encrucijada de los ex colimbas

Los ex conscriptos de la dictadura reclaman una pensión y obra social

Desde una identidad compleja, que incluye a defensores del terrorismo de Estado y también a sus víctimas, los ex conscriptos piden un “reconocimiento” y una “reparación histórica”. Defensa elimina la definición de “desertores” de los expedientes de desaparecidos.

Por Diego Martínez
/fotos/20090810/notas/na09fo01.jpg
Un grupo de jóvenes soldados argentinos, en una trinchera de Malvinas, en junio de 1982.

–Fuimos soldados del Operativo Independencia –afirma un hombre calvo, paisano de Bragado.

–Fuimos testigos y por ende víctimas del terrorismo de Estado –explica otro, veterano del Beagle, la guerra que no fue en 1978.

–Nos tocó patear puertas en una guerra no convencional. Te ponían un fusil en la mano y había que salir a levantar subversivos –grita un tercero que dejó de filmar para hacerse oír.

–Fuimos humillados y torturados como todos los colimbas de la historia. No defendí ni serví a la patria. Serví a dos tipos que decían ser cuadros militares –baja los decibeles un correntino de voz serena.

Las definiciones pertenecen a ex conscriptos nacidos entre 1953 y 1959, unidos por el deseo de acceder a pensión y obra social “como reconocimiento y reparación histórica”, pero con serias dificultades para definir la identidad colectiva que justificaría el beneficio. Fueron pronunciadas ante familiares de sus pares desaparecidos, que el Estado terrorista tildó como “desertores”, por hombres que un tercio de siglo después no logran superar las secuelas de la servidumbre civil obligatoria durante el terrorismo de Estado.

La convocatoria fue impulsada por ex conscriptos de La Matanza desde un programa de radio, La Voz de los Colimbas, con el objetivo de rendir homenaje a sus compañeros desaparecidos. Se concretó el sábado pasado, en un club de Lomas del Mirador, con un centenar de hombres, mayoría del conurbano y del interior bonaerense, más algunos rosarinos y correntinos.

“Hemos hecho cosas que no teníamos ganas de hacer”, abre el encuentro un coordinador. Presenta al panel, integrado también por Pablo Pimentel, de APDH La Matanza, y por Pablo Llonto, querellante en causas de lesa humanidad, y pide un minuto de silencio “para los conscriptos desaparecidos por el Proceso de Reorganización Nacional, manga de asesinos y delincuentes que los hicieron pasar por desertores”.

El sondeo previo de Página/12 ratifica que los presentes son testigos centrales del accionar del terrorismo de Estado –ante un Poder Judicial que se obstina en ignorarlos– aunque sugiere que no todos comparten el diagnóstico del presentador: “Fuimos soldados. En este país indemnizaron a los guerrilleros y a los que se fueron a Europa, pero no a los soldados”, renegó minutos antes el pelado de Bragado, buena pilcha, Crónica en mano.

–¿Usted reclama pensión como soldado?

–Sí, del Operativo Independencia.

–¿Estuvo en Tucumán en 1975?

–No, qué Tucumán, después.

–Ese operativo lo encabezó Adel Vilas en 1975. ¿Hasta cuándo duró según usted?

–Hasta 1981, 1982.

–Y empezó antes, pibe –corrige el bragadense que filmará todo–. En el ’74 ya estábamos levantando gente.

Ex parejas y hermanas de miembros de “El batallón perdido”, como los bautizó en su libro el capitán José Luis D’Andrea Mohr, cuentan sus historias con la esperanza de encontrar nuevos datos. Secuestros, peregrinaje por cuarteles, silencio, miedo, datos confusos, registros del cautiverio en algún caso. Juicio por desertores, la respuesta común del general Reynaldo Bignone.

“Lo más doloroso es el rechazo de un sector de la sociedad, que ensucia a los desaparecidos y a sus familiares”, explica un pibe de 26 años, sobrino de un colimba de Campo de Mayo. Se presentó como “luchador por los derechos humanos” y cierra su exposición con un “Nunca más”. La mayor parte de la sala lo aplaude. El grupo del “campo” cuchichea y sonríe.

Pimentel se presenta como “miembro de las clases que la dictadura prefirió no incorporar por sospechosos: 1957 y 1958”. Dos hermanos menores no corrieron su suerte, “pero mi papá, que nos formó para la paz y la solidaridad, invocó la patria potestad ante Bignone” y logró que siguieran en libertad. “Luego, en pleno genocidio, creó el Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio”, al que definió como “servidumbre a una casta privilegiada”.

–Con todo respeto, señor –se sale de la vaina un paisano de ojos claros, boina negra, bordado de Malvinas–. Lamento lo de las señoras y lo del chico, pero fue una guerra entre hermanos –dice y se esfuerza para evitar reivindicarse como guerrero, como lo había hecho en privado.

–No fue una guerra, fue un genocidio. No se aplicó ninguna ley –le explica Pimentel, que se explaya en tono firme y didáctico. Recuerda que “el servicio militar fue suspendido, no abolido”, critica sin dar nombres el proyecto del ex liceísta Julio Cobos para reinstalarlo con leve maquillaje y es premiado con un aplauso sonoro, no unánime.

Llonto, abogado y periodista, habla del valor de la verdad. “Toda religión, filosofía, escuela, las maestras y los padres, enseñamos que se debe decir la verdad. Eso buscamos en los juicios, eso niegan los militares”, explica, y cita a Luis Patti como ejemplo de suprema cobardía: “Cuando reinaba la impunidad dijo que había matado a ‘tres subversivos’. Ante la Justicia lo negó”. Cuenta que en la causa Campo de Mayo declararon quinientos colimbas y convoca a los presentes a dar testimonio.

–No todos los de los derechos humanos piensan como ustedes –agradece un hombre conmovido–. La señora de Bonafini nos tildó de cómplices. El diputado Carlotto nos preguntó por qué no desertamos. “Porque nos mataban”, le respondimos.

–Sus palabras son las que repetimos desde hace años –acota el veterano del Beagle dirigiéndose a Pimentel–. No somos ex combatientes, somos testigos y por ende víctimas del terrorismo de Estado.

–Claro que son víctimas, más allá de que algunos se engancharon después en grupos de tareas y compartieron su ideología –recuerda Pimentel, y desata la reacción del camarógrafo amateur.

–¿Estuviste bajo presión alguna vez?

–No.

–¿Sabés lo que es aguantar siete minutos con la cabeza en la mierda? Fui soldado tres años, tengo compañeros desaparecidos, el 82 por ciento del cuerpo con incapacidad por la picana y también fui a patear puertas, año ’74, ’75. Te ponían un fusil en la mano y te sacaban a buscar subversivos. No defiendo a unos ni a otros, pero nos usaban de pantalla. ¿A quién creés que mandaban al frente?

Los familiares de desaparecidos miran sin pestañear.

“Fue una guerra no convencional”, continúa, en línea con los teóricos del genocidio. “Supuestamente yo salí a matar a tu tío, pibe. Salíamos a levantar gente, a patear puertas, a tirar. Fuimos instruidos para ir a matar, eso es ser soldados”, termina, tenso pero aliviado.

La reunión duró varias horas. Concluyó con intercambios de teléfonos y promesas de estrechar el diálogo con querellantes y organismos de derechos humanos para aportar información a la Justicia.

sábado, 8 de agosto de 2009

“El comandaba el grupo”

Un ex policía declaró en Corrientes contra el ex comisario Diego Ulibarrie

Diego Ulibarrie es el único imputado del segundo juicio por delitos de lesa humanidad en Corrientes que comenzó esta semana. Un ex subordinado suyo lo identificó y aseguró que era el jefe de la “patota” que secuestró a cuatro desaparecidos.

Por Diego Martínez
/fotos/20090808/notas/na15fo01.jpg
Diego Ulibarrie fue jefe de la Brigada de Investigaciones de Corrientes y es dueño de una agencia de seguridad.

“Sí sí, acá está el señor. El daba las directivas, él comandaba el grupo, que en ese momento le decíamos patota”, afirmó Juan Carlos Camino, ex agente de la Policía Federal, en referencia al ex comisario Diego Ulibarrie, único imputado del segundo juicio por delitos de lesa humanidad en Corrientes que comenzó esta semana. Sin pelos en la lengua pese a las amenazas, Camino es el primero de 23 testigos citados por los secuestros de Vicente Ayala, Julio César Barozzi, Jorge Saravia Acuña y Orlando Romero, el 16 de febrero de 1976, y reconoció a Ulibarrie a la cabeza del grupo que ingresó a Ayala, encapuchado, en la delegación correntina de la Policía Federal. Las cuatro víctimas permanecen desaparecidas.

Ulibarrie fue detenido hace tres años por orden del juez federal Carlos Soto Dávila. Llegó a ser jefe de la Brigada de Investigaciones de Corrientes y es dueño de una agencia de seguridad privada, ahora en manos de su hijo homónimo. El comienzo de las audiencias coincide con el primer aniversario de la condena al coronel Rafael Barreiro y al capitán Juan Carlos Demarchi, ex titular de la Sociedad Rural local, quienes admitieron ante un secuestrado haber asesinado a Ayala y a Barozzi: “Demarchi me dijo ‘hijo de puta, te vamos a reventar como a los Cachos’”, declaró Carlos Achar Carlomagno en el juicio a los responsables del Regimiento de Infantería 9. “‘¿Sabés de quién te hablamos?’, preguntó el subteniente Barreiro. Respondí que no y me dijo: ‘del Cacho Ayala y el Cacho Barrozzi. A Ayala lo reventamos en la tortura y a Barozzi de un tiro en la cabeza, después lo tiramos en la laguna, cerquita de la quinta, para que las palometas terminen con ellos’”, recordó. Berreiro, Demarchi y el coronel Horacio Losito pasan sus días en la unidad penitenciaria 34 de Campo de Mayo. El gendarme Rafael Barreiro está en el penal de Marcos Paz.

Según la Comisión de Derechos Humanos de Corrientes, querellante en el juicio, Ayala era abogado, tenía 29 años y militaba en la Juventud Peronista. En 1970 participó de huelgas de hambre junto a sacerdotes tercermundistas excomulgados por la Iglesia oficial. Durante su carrera pasó de la democracia cristiana al peronismo revolucionario. A fines de 1974 fue detenido a disposición del Ejecutivo hasta abril de 1975. Sus compañeros lo recuerdan como “un auténtico cristiano”. Barozzi había llegado a Corrientes para estudiar medicina en la Universidad del Nordeste. Vivía en un pensionado católico, tenía 21 años. Jorge Saravia Acuña, 29 años, era licenciado en economía de la UCA y profesor de la UBA. Militó en las FAR, fundó la JTP en zona sur del Gran Buenos Aires, estuvo detenido desde noviembre de 1974 a disposición del Ejecutivo e hizo uso de la opción para salir hacia Perú en abril de 1975. Volvió en diciembre. El “Negrito” Romero, 27 años, se había formado en un grupo scout en Tucumán, donde estudió arquitectura y comenzó a militar. Abandonó la provincia, perseguido, en febrero de 1975, al mismo tiempo que el general Adel Vilas instalaba el terror como jefe del Operativo Independencia.

Fueron secuestrados al mediodía del 16 de febrero, cuando salían de almorzar en el club San Martín. “Yo estaba de guardia cuando vi que hacían ingresar dos personas encapuchadas. Lo vi a Ayala, estaba muy golpeado y con la espalda quemada. Lo traían en andas”, declaró Camino, que era guardia en la delegación de la Policía Federal, en la costanera correntina, y vecino de Ayala. “El otro debió haber sido Barozzi, porque el tío se apellidaba así y era un policía que quería averiguar el paradero de su sobrino”, agregó. También contó que los llevaron en un Chevrolet azul sin identificación y que el grupo encabezado por Ulibarrie vestía de civil. “Fueron dejados a disposición del servicio de Inteligencia, que eran los que entendían en los asuntos que el gobierno consideraba actividades antidemocráticas”, explicó. Angela Nieves, en segundo turno, contó que fue testigo de un intento de fuga de dos personas, recapturadas en segundos. Cuando Estela Carrazzoni de Ayala le describió a su hijo como alto y corpulento, supo que hablaba de la misma persona. Nieves declaró en pleno 1976 y repitió su relato 33 años después.

viernes, 7 de agosto de 2009

“Los apoyamos con heladeras”

EL PRESIDENTE DE LA UNION DE PROMOCIONES DEL EJERCITO DECLARO A FAVOR DE LOS REPRESORES

El general (R) Heriberto Auel fue citado por la defensa del coronel José Lobaiza en el juicio a los ex jefes de áreas militares en Capital Federal. “La guerra interna no tuvo sostén ético jurídico. Se dio libertad de acción a los mandos bajos”, aseguró.

Por Diego Martínez
/fotos/20090807/notas/na16fo01.jpg
El Tribunal Oral Nº 5 está juzgando al represor Jorge Olivera Róvere y a los ex jefes de área en Capital Federal.

“No conocí hechos aberrantes. Un hombre de moral occidental y cristiana no puede cometer actos aberrantes.” La afirmación se refiere a la actuación de las Fuerzas Armadas durante la última dictadura y pertenece al general retirado Heriberto Auel, asesor de Aldo Rico en la sublevación carapintada de 1987 y presidente de la Unión de Promociones del Ejército, que considera “presos políticos” a los militares procesados por secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer personas hace tres décadas. Feliz ante judiciales que lo llamaban “general” y hábil para sortear preguntas concretas con abstracciones, Auel declaró ayer durante dos horas y media ante el Tribunal Oral Federal Nº 5 para intentar socorrer a sus camaradas imputados por delitos de lesa humanidad cometidos cuando eran jefes de áreas militares en Capital Federal.

“La Unión de Promociones tiene por objeto apoyar con heladeras, microondas, remedios y médicos a nuestros presos, que pasan momentos dramáticos”, aseguró Auel, presidente desde 2007 de la organización que nuclea a retirados del Ejército y, además de entregar artículos del hogar, opera en las sombras desde la reapertura de las causas por la impunidad de los represores, con la señora Cecilia Pando como mascarón de proa. “Se ha hecho de la guerra un delito”, afirmó el militar de 75 años. “El ochenta por ciento de quienes tienen preventiva son oficiales que tenían 22 o 23 años e ignoran por qué fueron privados de la libertad”, agregó inmutable.

Auel fue convocado a declarar por la defensa oficial del coronel José Humberto Lobaiza, que alguna vez lo secundó en la comandancia de un cuartel de Comodoro Rivadavia. “Los conozco, no soy amigo”, aclaró ante la pregunta del juez Guillermo Gordo sobre su relación con los imputados. Además del tribunal, las partes y pocos presentes, lo escucharon Lobaiza y el coronel Felipe Jorge Alespeiti, ex jefe y segundo jefe del Regimiento de Infantería Patricios, imputados por un centenar de privaciones ilegales de la libertad, y el coronel Bernardo José Menéndez, que se defiende a sí mismo y reitera a todos los testigos de la querella la misma pregunta: “¿pertenecía usted a alguna organización política?”.

La jornada arrancó con ex comisarios desmemoriados que compartieron reuniones con militares pero nunca recibieron órdenes, ignoraban la existencia de centros de detención y conocen el término “área liberada” sólo “por la prensa”. Distinto fue el caso de Adolfo Reyes, que pasó los 70 años pero no olvida los diez días de tormentos en “Patricios”. “Nunca imaginé la locura, la demencia de esta gente”, confesó luego de relatar las sesiones de picana, que le hacían escuchar a su madre. “Quiero pensar que no era la filosofía del Ejército, pero no hubieran podido mantener los secretos hasta ahora si no hubiera sido el Ejército Argentino”, razonó.

De traje bien planchado, corbata y pañuelo celeste, Auel se explayó durante una hora sobre conceptos militares a partir de preguntas de Lobaiza. “La jurisdicción del regimiento es el cerco del cuartel. Los regimientos son fundamentalmente de ceremonial”, explicó para deleite de los ex jefes de Patricios, que pretenden mostrarse como eslabones de una estructura administrativa sin relación con los grupos operativos a cargo de los trabajos sucios. Menos sencillas fueron las preguntas del fiscal Félix Crous y los abogados Gerardo Fernández, del CELS, y Mirta Mántaras.

–¿Alguna forma de guerra admite la tortura de prisioneros indefensos y las desapariciones forzadas? –preguntó Crous.

–La guerra interna no tuvo sostén ético jurídico. Se les dijo “vayan y cumplan con su deber” y se dio libertad de acción a los mandos bajos. No se puede hacer responsable al soldado, es una responsabilidad política estratégica –respondió Auel tras varias evasivas.

–¿El Ejército se entrenaba utilizando la tortura como método posible? –reformuló Gordo una pregunta de Fernández sobre la formación de militares argentinos en la Escuela de las Américas.

–Eso sería pensar que la república democrática de los Estados Unidos incluye en su doctrina a la tortura. ¡Jamás!

jueves, 6 de agosto de 2009

Procesaron a Verdura y a sus amigos

PRISION PREVENTIVA PARA CINCO REPRESORES DE OLAVARRIA
Por Diego Martínez

El juez federal de Azul, Juan José Comparato, procesó con prisión preventiva a cinco oficiales retirados del Ejército por delitos de lesa humanidad cometidos en Olavarría durante la última dictadura. Encabeza la lista el general retirado Ignacio Aníbal Verdura, ex jefe del Regimiento de Caballería 2 Lanceros General Paz, jefe del área militar 124 y principal responsable de la represión ilegal de la jurisdicción. Los otros procesados son el coronel Juan Carlos Castignani, segundo jefe del regimiento, el capitán Walter Jorge Grosse, el teniente primero Horacio Rubén Leites y el sargento Omar Antonio Ferreyra. La medida había sido solicitada por la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense.

Grosse fue jefe de inteligencia de Monte Poloni, el principal centro clandestino de la región, que funcionó en el casco de una estancia. Es el mismo que agredió a un periodista en 2006, en plaza San Martín, durante un acto de apologistas del genocidio. Los sobrevivientes lo recuerdan por su alias, Vikingo, como un torturador sanguinario y antisemita. Ferreyra, alias “Pájaro”, alcanzó fama nacional cuando asumió como director de Control Urbano durante la gestión del finado intendente Helios Eseverri.

Verdura fue procesado por los homicidios agravados de Jorge Oscar Fernández y Alfredo Serafín Maccarini, ocurridos en Tandil en 1977, y por otras 21 privaciones ilegales de la libertad y tormentos. Gracias a sus 77 años gozará de arresto domiciliario en su casa de Santo Tomé, provincia de Corrientes. A los otros cuatro se los procesó como autores directos de 20 secuestros y tormentos agravados. Excepto Castignani, de 74 años, que también cumplirá la preventiva en su casa de Santa Fe, los otros tres imputados seguirán detenidos en el penal de Marcos Paz. El juez embargó por 500 mil pesos los bienes de Verdura y por 200 mil al resto de los casos. La medida se dispuso en el marco de la causa que investiga el circuito represivo que abarcó las ciudades de Olavarría, Azul, Tandil y Las Flores, y que además de Monte Peloni tuvo como centros clandestinos las brigadas de investigaciones de Azul y Las Flores, y el campo militar General Mariano Necochea, de Tandil, más conocido como “La Huerta”.

Otros dos juicios con fecha

LOS CRIMENES DE LOS CENTROS CLANDESTINOS ATLETICO, BANCO, OLIMPO Y EL VESUBIO

Uno de los procesos empieza el 15 de octubre e involucra a quince represores. El otro arrancará en diciembre y tiene ocho acusados. Además, también en octubre, comenzarán el juicio por la ESMA y el tercero contra Menéndez.

Por Diego Martínez
/fotos/20090806/notas/na14fo01.jpg
Julio Simón, alias “El Turco Julián”, y el coronel Pedro Alberto Durán Sáenz.

Dos nuevos juicios por crímenes de lesa humanidad, ambos por delitos cometidos en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército, tienen fecha confirmada. El 15 de octubre, una semana después del arranque del proceso a Astiz, Acosta & Cía., el Tribunal Oral Federal 2 comenzará a juzgar a quince secuestradores y torturadores del circuito represivo Atlético, Banco y Olimpo, en su mayoría ex oficiales de la Policía Federal. Dos meses después, el 15 de diciembre, también hará su debut en causas de lesa humanidad el TOF-4, responsable de juzgar a ocho represores del centro clandestino El Vesubio encabezados por su jefe, el violador Pedro Alberto Durán Sáenz, coronel retirado del Ejército Argentino.

A un tercio de siglo del comienzo de la dictadura y a más de un lustro de la reapertura de causas a los ejecutores de la represión ilegal, octubre de 2009 marcará un hito en la historia del proceso de justicia. El martes 6 comenzará el primer juicio por crímenes en la ESMA, con 18 imputados frente al TOF-5, único tribunal del país que prohíbe el trabajo de los reporteros gráficos y que hasta hace apenas cinco años contaba en sus filas con Guillermo Federico Madueño, hoy prófugo por su complicidad con crímenes similares en Bahía Blanca cuando era juez federal. Dos días después, en Córdoba, el condenado Luciano Menéndez afrontará su tercer juicio y, si se concretan las elevaciones previstas, el dictador Jorge Rafael Videla se sentará ante un tribunal junto a una treintena de militares de La Perla y policías del Departamento de Informaciones.

En ese contexto arrancará el juicio por el circuito Atlético-Banco-Olimpo, centros de detención que compartieron represores, víctimas, muebles y picanas. El primero funcionó hasta diciembre de 1977 en los sótanos de la División Suministros de la Policía Federal, en Paseo Colón, y fue demolido para construir la autopista 25 de Mayo. Los grupos de tareas y algunos secuestrados fueron trasladados de manera provisoria a El Banco, en Autopista Riccheri y Camino de Cintura, mientras en Lacarra y Ramón Falcón se acondicionaba El Olimpo, que funcionó hasta fines de 1979, cuando terminó el ciclo de Carlos Suárez Mason como jefe del Primer Cuerpo.

El TOF-2 juzgará a quince imputados, la mayoría por 181 privaciones ilegales de la libertad y tormentos agravados. El más conocido es el único civil, Raúl Guglielminetti, ex agente del Ejército y la SIDE que mostró sus dotes en varias salas de tortura del país, fue custodio del presidente Raúl Alfonsín y concluida la guerra sucia se dedicó a los secuestros extorsivos. El único militar será el capitán retirado Enrique José Del Pino, alias “Miguel”, detenido en 2007 luego de un año y medio prófugo. Lo acompañarán diez oficiales de policía: Samuel Miara (apropiador de los mellizos Reggiardo Tolosa), Oscar Augusto Rolón, Raúl González, Eufemio Jorge Uballes, Eduardo Emilio Kalinec, Roberto Antonio Rosa (de breve fama por su relación con el juez Norberto Oyarbide en el caso de protección de prostíbulos), Juan Carlos Falcón, Luis Juan Donocik, Ricardo Taddei (detenido y extraditado desde España, donde vivió veinte años) y Julio Simón, “El Turco Julián”, con dos condenas en el haber. Completan el cuadro los gendarmes Guillermo Víctor Cardozo y Eugenio Pereyra Apestegui, y el agente Juan Carlos Avena, del Servicio Penitenciario Federal.

El Vesubio funcionó a metros de El Banco entre 1976 y noviembre de 1978, también bajo el mando de Suárez Mason, quien murió impune. Por sus calabozos pasaron, entre otros 400 secuestrados, el historietista Héctor Germán Oesterheld y el escritor Haroldo Conti. Su jefe era el entonces mayor Durán Sáenz, alias “Delta”, que de lunes a viernes sometía sexualmente a prisioneras en su residencia y en el Regimiento de La Tablada, y los fines de semana asistía a misa y visitaba a su familia en la ciudad de Azul. Durán Sáenz será de la partida junto al general de brigada Héctor Gamen, el coronel Hugo Pascarelli y los agentes penitenciarios Ramón Erlán (alias “Pancho”), Roberto Zeolitti (“Zapo”), Diego Chames (“Polaco”), Alberto Neuendorf (“el Alemán”) y José Maidana (“el Paraguayo”).

sábado, 1 de agosto de 2009

En Córdoba, se va la segunda

El 8 de octubre empieza un nuevo juicio contra Luciano Benjamín Menéndez

Los represores en el banquillo serán seis, pero si se agrega otra causa llegarían a treinta. En ese caso incluiría a Jorge Rafael Videla y sería el juicio oral con más acusados por crímenes de lesa humanidad hasta el momento.

Por Diego Martínez
/fotos/20090801/notas/na11fo01.jpg
Luciano Benjamín Menéndez, ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército.

El segundo juicio por crímenes de lesa humanidad en Córdoba tiene fecha confirmada: jueves 8 de octubre. El Tribunal Oral Federal 1, con el mismo presidente pero vocales distintos de los que protagonizaron el proceso a Luciano Benjamín Menéndez y su patota de La Perla, comenzará a juzgar por segunda vez al ex comandante del Tercer Cuerpo, esta vez acompañado por cinco ex miembros del Departamento de Informaciones de la policía de Córdoba. Si bien hasta hoy son seis los imputados confirmados, la inminente elevación de la causa UP1, que investiga ejecuciones de presos políticos arrancados de la cárcel de San Martín, elevaría la lista a treinta, con un detalle no menor: no la encabezaría Menéndez sino el dictador Jorge Rafael Videla.

El 2009 se caracterizó por juicios insignificantes en relación con la dimensión del terrorismo de Estado: 2,5 imputados como promedio. En seis meses hubo diez sentencias: cinco condenados en San Luis (proceso que debía concluir en 2008), dos en Misiones, el apropiador Víctor Rei en Capital, un condenado y un absuelto en Mar del Plata. En las próximas semanas concluirá el primer juicio a los jerarcas de Campo de Mayo, luego el del general Juan Carlos Colombo (por videoconferencia, desde Formosa) y en septiembre el de Jorge Olivera Róvere y los ex jefes de áreas porteños.

El sistema de juicios por goteo continuará la próxima semana, cuando arranque en Corrientes el proceso al ex policía Diego Ulibarrie, en tanto el 1º de septiembre comenzará en Santa Fe el proceso al ex juez federal Víctor Brussa y otros seis imputados. El proceso de justicia por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura recobrará fuerza en octubre. El martes 6, sin reporteros gráficos presentes, el TOF-5 comenzará a juzgar a 18 represores de la ESMA, encabezados por Jorge Acosta y Alfredo Astiz. Dos días después, el presidente del TOF-1 Jaime Díaz Gavier le concederá a Menéndez la posibilidad de reiterar por quinta vez, en vivo y en directo, su apología del terrorismo de Estado.

Esta vez lo acompañarán Aníbal Campos, jefe de policía en 1979, César Armando Cejas, jefe del D2, y tres de sus miembros: Hugo Cayetano Britos, Calixto Luis Flores y Miguel Angel Gómez. Rendirán cuentas por el caso de Ricardo Fermín Albareda, ex subcomisario y miembro del aparato de inteligencia del ERP. Cuando lo descubrieron, lo llevaron al centro clandestino Casa de Hidráulica, frente al lago San Roque, donde Raúl Telleldín lo castró, le introdujo los testículos en la boca, se la cosió y lo dejó desangrar. Tanto Telleldín (padre del Carlos, célebre por el atentado a la AMIA) como Américo Romano, que lo secundó en la tarea, murieron impunes. Menéndez y Gómez también serán juzgado por nueve y cuatro casos de secuestros y tormentos, respectivamente.

Hay otras dos causas que la jueza Cristina Garzón de Lascano está en condiciones de elevar y que por razones de conexidad se acumularían al proceso: las torturas sufridas por ex miembros del propio D2 y las ejecuciones de presos políticos de la cárcel de San Martín, que combina policías y militares, encabezados por el dictador Videla, que afrontaría en Córdoba su primer juicio desde la reapertura de los procesos.

“Es positivo que luego de tanto tiempo se haya integrado finalmente el tribunal”, destacó Martín Fresneda, abogado de Hijos Córdoba, en referencia a las designaciones de los jueces riojanos Jorge Quiroga Uriburu y Sergio Grimaux en reemplazo de Vicente Muscará, que se apartó porque defendió a un imputado, y Carlos Otero Alvarez, que se jubiló cuando el Consejo de la Magistratura comenzó a investigar su rol durante la dictadura. “La acumulación evita sobreexponer a las víctimas, permite trabajar sobre pruebas comunes y someter a juicio varios hechos, algo fundamental para empezar a pensar en cerrar esta etapa. Llevamos muchos años de instrucción y es importante concretar los juicios. No podemos pasarnos la vida juzgando estos episodios”, concluyó.