jueves, 5 de noviembre de 2009

“Sí, acá estoy, hijo de puta”

El general Verplaetsen insultó a uno de los abogados querellantes

El ex presidente de facto Bignone y sus secuaces optaron por no hacer uso de la palabra. El ex jefe de Inteligencia de los cuatro centros clandestinos de Campo de Mayo, a quien su abogado quiere que declaren inimputable, insultó a la querella.

Por Diego Martínez
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El general Fernando Verplaetsen fue retirado de la sala de audiencias.

El único que abrió la boca en la tercera jornada del juicio por la represión en Campo de Mayo fue Fernando Verplaetsen. El ex jefe de Inteligencia de los cuatro centros clandestinos, quien según su defensor “no comprende preguntas y no recuerda nada de la época”, escuchó sin dificultad al abogado Pablo Llonto, percibió con claridad cuando mencionó su apellido para decir que “Verplaetsen está prestando atención ahora mismo, acá mismo”, y mientras toda la sala giraba la cabeza para mirarlo dijo con todas las letras: “Sí, acá estoy, hijo de puta”. “La puta madre que te parió”, repitió el general retirado del Ejército de 84 años. Luego el tribunal le concedió la posibilidad de una nueva pericia psicológica, última esperanza del condenado de no tener que enfrentar más juicios en el tiempo que le queda.

“Hicimos la guerra con la doctrina en la mano”, explicaba en 1980 el general Santiago Riveros para escudarse de los crímenes. “Hicimos la guerra con la doctrina en la mano”, repitió en 2003 el general Reynaldo Bignone, en la comodidad del hogar, ante la periodista Marie-Monique Robin. Ayer tuvieron oportunidad de explayarse sobre doctrinas y prácticas ante el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín y ante los familiares de sus víctimas, que los recibieron con las fotos en alto de sus desaparecidos, pero prefirieron guardar silencio. “Por el momento no”, dijeron uno a uno cuando el presidente del tribunal les ofreció ampliar las indagatorias.

La tercera audiencia del proceso a los ex jefes de Campo de Mayo comenzó con planteos del defensor oficial Juan Carlos Tripaldi. Primero pidió que se evalúe “si Verplaetsen está en condiciones de soportar y entender las exigencias de este juicio oral” y sugirió que tenía problemas de memoria y de concentración que le impedían comunicarse. Luego solicitó que se declaren nulas las declaraciones de todos los testigos que murieron antes del juicio porque “esta defensa no tuvo oportunidad de interrogarlos”. Por último le pidió al tribunal que le adelantara si, en caso de condenar a los represores, pensaba revocarle los arrestos domiciliarios tal como ocurrió con Riveros, Verplaetsen y Jorge García por secuestrar, torturar y asesinar a Floreal Avellaneda. “Hace al juego limpio”, sugirió Tripaldi.

Héctor Sagretti, presidente del tribunal, concedió entonces la palabra a los acusadores. Querellantes y fiscales argumentaron su rechazo y explicaron que la muerte de los testigos tiene relación directa con la impunidad planificada por las Fuerzas Armadas, incluida la orden de Bignone de incinerar los archivos de la guerra sucia. “No quieren que se lean los testimonios porque no quieren escuchar la voz de sobrevivientes y sus familiares”, explicó Llonto, y recordó el fallecimiento en Salta, esta misma semana, de Elida Morales Miy, quien fue secuestrada junto con su hija, debía declarar en carácter de víctima y de testigo (su hija continúa desaparecida) y fue velada con su pañuelo de Madre de Plaza de Mayo.

Llonto explicó que “no podemos traer a declarar a los muertos”, pero que se debía leer “toda la prueba acumulada en más de treinta años de trabajo”. Agregó que los militares “aún conservan en sus casas las armas y los archivos que usaron” y se permitió observar que la actitud de Verplaetsen no se condecía con el diagnóstico de su abogado. “Está prestando atención ahora mismo, acá mismo”, dijo. Con todas las miradas encima, el viejo le dio la razón: “Acá estoy, hijo de puta”, lo insultó. Cuando Llonto concluyó su exposición, los otros querellantes informaron al tribunal del exabrupto. Sagretti explicó que se lo habían advertido tarde, pero igual le llamó la atención al militar, que entonces simuló sordera. “Evite toda manifestación”, le dijo. El defensor Carlos Palermo retiró al actor frustrado de la sala.

Tras un cuarto intermedio de tres horas, el tribunal informó sus decisiones: concedió la pericia a Verplaetsen, rechazó el pedido de nulificar testimonios porque no se había individualizado ninguno y porque “la cuestión debió plantearse en la fase probatoria”, y el pedido de adelantar el modo de cumplimiento de la sentencia “porque todo pronunciamiento implicaría un prejuzgamiento”, leyó Sagretti.

El juez concedió entonces la palabra a los imputados. “Pueden negarse a declarar sin que ello constituya presunción en su contra”, aclaró, y les formuló la pregunta uno a uno. Con la imagen de los rostros de los desaparecidos a la vista, en manos de sus seres queridos, los generales se pasaron el micrófono de mano en mano para informar la negativa. Con el acuerdo de las partes para que las indagatorias se incorporen sin leerlas en voz alta concluyó la primera semana de juicio. Riveros y García lo seguirán desde el penal de Marcos Paz. Verplaetsen desde el Hospital Militar. Bignone, Eugenio Guañabens Perelló y Alberto Roque Tepedino gozan de arresto domiciliario. El ex comisario Germán Montenegro está excarcelado: llega y se va de la sala a pie. El martes a las 9.30 comenzarán a declarar los testigos.

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