domingo, 28 de julio de 2013

Una fuga planificada con su debido tiempo

Días antes de condenar a los dos represores ahora prófugos, el tribunal que los juzgó reforzó su guardia ante la posibilidad de que huyeran. Hay sospechas de complicidad judicial en la tramitación del traslado para ser atendidos en el Hospital Militar, de donde se fugaron.
 
Por Diego Martínez
En los días previos a la sentencia que recibieron los represores Jorge Olivera y Gustavo De Marchi, los jueces del Tribunal Oral Federal de San Juan que finalmente los condenaron por delitos de lesa humanidad tomaron nota de las versiones sobre una posible fuga y ordenaron reforzar las custodias durante los traslados y en el rectorado de la Universidad Nacional de San Juan donde se desarrollaron las audiencias. El miércoles 3 de julio, mientras sus defensores terminaban los alegatos, ambos militares presentaron escritos pidiendo ser trasladados de urgencia al penal de Marcos Paz, escala previa al Hospital Militar Central Cosme Argerich, donde ya tenían turnos asignados que había gestionado la mujer de Olivera, la psicóloga Marta Ravasi, empleada del hospital de la avenida Luis María Campos. El tribunal frustró la maniobra al rechazar los pedidos, el jueves 4 los condenó y el lunes 8 se inició la feria judicial en San Juan. Los datos que comienzan a surgir tras la fuga sugieren que el objetivo de los represores era escabullirse antes de la sentencia y ponen de manifiesto que cayeron en oídos sordos las señales de alerta sobre una posible fuga.

Jorge Olivera y Gustavo De Marchi
Olivera y De Marchi, más allá de los secuestros, tormentos, violaciones y asesinatos que los hermanan con centenares de represores, no son dos militares más. Olivera, que en 1976 era un teniente primero de 25 años, tuvo a su cargo las tareas de inteligencia en el Regimiento de Infantería de Montaña 22, donde cometió los delitos que le valieron una condena a prisión perpetua. Pasada la dictadura se recibió de abogado y pidió la baja del Ejército con el grado de mayor, el último al que podía llegar por ascenso directo, sin que la comisión de acuerdos del Senado se detuviera a analizar sus antecedentes. Después supo defender a un ícono del terrorismo de Estado como el general Carlos Guillermo Suárez Mason, participó del alzamiento carapintada en 1987, se benefició con la ley de obediencia debida y en el año 2000 llegó a burlar a la Justicia de Italia con la ayuda de inteligencia del Ejército. En diciembre de 2007 se ordenó su captura y estuvo once meses prófugo, hasta que la Policía Federal lo detuvo en Vicente López.
De Marchi pertenece a una familia de ganaderos de Corrientes y es hermano del empresario y capitán retirado Juan Carlos De Marchi, a quienes sus camaradas bautizaron El Electricista, por sus destrezas con la picana eléctrica. Juan Carlos supo presidir la Sociedad Rural de Corrientes y recibió en 2008 una condena a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad en su provincia. Gustavo, ahora prófugo, les advirtió a quienes lo acusaban que era un “prisionero político” y que ellos eran sus “enemigos”, y se ufanó de haber sido entrenado para fracturarle la tráquea a una persona con un movimiento de apenas dos dedos.
Durante los quince meses que duró el primer juicio a represores de San Juan, tanto Olivera como De Marchi se mostraron físicamente saludables y no manifestaron ningún problema psicológico, kinesiológico o dermatológico como los que finalmente invocaron con éxito para conseguir el traslado y lograr la fuga. Durante todo ese período estuvieron presos en el Penal de Chimbas, el mismo al que Olivera iba y venía con detenidos a los que interrogaba durante la dictadura.
En junio, a medida que se acercaba el final del juicio, llegaron a oídos de fiscales, querellantes y jueces distintos rumores sobre la planificación de una fuga en el traslado de los imputados desde el Penal de Chimbas hasta el rectorado de la universidad. El tribunal que integraron Raúl Fourcade, Héctor Cortés y Alejandro Piña reclamó entonces más agentes al Servicio Penitenciario de San Juan, que los trasladaba cada día hasta la sala de audiencias, y también a la Policía Federal, que tenía a su cargo la custodia del edificio.
El 3 de julio, mientras el tribunal trabajaba contrarreloj para poder dictar la sentencia antes del inicio de la feria judicial, Olivera y De Marchi, por separado, presentaron sendos escritos en los que pedían el traslado a Marcos Paz por supuestos problemas de salud. En ambos casos adjuntaron turnos que ya se habían gestionado en el Hospital Militar, según informó a Página/12 una alta fuente de la Justicia de San Juan. Durante un cuarto intermedio Olivera pidió una audiencia privada con el tribunal, que se la concedió pero en presencia de fiscales, abogados querellantes y defensores. Reiteró entonces el pedido de ser llevado con urgencia a Marcos Paz con el argumento de ver a su madre, supuestamente afectada por problemas de salud, y a su esposa, la psicóloga con grado militar Marta Noemí Ravasi, con quien dijo que intentaba recomponer un vínculo afectivo. El tribunal rechazó de hecho el pedido y anunció para el día siguiente la instancia de las “últimas palabras”.
El miércoles 4, después de las condenas, los jueces ordenaron poner a los represores a disposición del Servicio Penitenciario Federal para que los trasladara al penal que considerara pertinente. Olivera y De Marchi estuvieron en Chimbas hasta el martes 16, cuando por orden del juez federal Leopoldo Rago Gallo, que habría decidido trabajar los primeros días de la feria, los penitenciarios los trasladaron hasta Marcos Paz. Después el juez civil Miguel Angel Gálvez, como subrogante del juzgado federal, firmó la autorización para llevarlos al Hospital Militar. Gálvez declaró ayer que no recordaba el motivo invocado por los condenados, que no revisó el expediente porque entendía que ya estaba en conocimiento de Rago Gallo y que se limitó a firmar el escrito. El abogado querellante Fernando Castro acusó ayer por la tramitación del traslado a la secretaria Paula Carena de Yanello, nuera del ex fiscal Juan Carlos Yanello, a quien el tribunal que condenó a los represores ordenó investigar por su actuación durante la dictadura. Tal como informó ayer Página/12, Rago Gallo es íntimo amigo del ex camarista Otilio Romano, el hombre fuerte del Poder Judicial de Cuyo que frenó sistemáticamente el avance de las causas de lesa humanidad hasta que las acusaciones de su propia actuación en el terrorismo de Estado lo llevaron a fugarse hacia Chile para evitar terminar en la cárcel.

sábado, 27 de julio de 2013

Para evitar nuevos puntos de fuga

INVESTIGAN LA FUGA DE DOS CONDENADOS Y PIDEN QUE NO SE TRASLADE A REPRESORES A HOSPITALES MILITARES

Por Diego Martínez

El gobierno nacional dispuso una recompensa de dos millones de pesos a quien aporte información que permita dar con el paradero de los militares retirados Jorge Olivera y Gustavo de Marchi, que sonrieron hace tres semanas al escuchar su condena por delitos de lesa humanidad y se fugaron el jueves del Hospital Militar Central Cosme Argerich. La causa está a cargo del juez federal Claudio Bonadío y quien aparece con un rol protagónico en el proceso que derivó en la fuga es la esposa de Olivera, la psicóloga Marta Ravasi, empleada hasta ayer del área de salud mental del Argerich y quien gestionó en San Juan una insólita autorización para justificar un traslado de mil kilómetros por problemas psiquiátricos y dermatológicos. Distintas carteras del Ejecutivo denunciaron a los jueces que ordenaron el traslado, a los agentes del Servicio Penitenciario Federal responsables de custodiar a los presos y a militares del Argerich. El ministro de Defensa, Agustín Rossi, decidió el pase a retiro y relevo de siete militares que ocupaban cargos de conducción en el hospital (ver recuadro). El ministro de Justicia y Derechos Humanos, Julio Alak, pasó a disponibilidad a siete penitenciarios, ordenó que el SPF no traslade a ningún represor a ningún centro de salud militar y le solicitó al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, una acordada para que ningún juez envíe a represores procesados o condenados a unidades médicas de las Fuerzas Armadas.

Gustavo De Marchi y Jorge Olivera.

El trasfondo de la fuga incluye actores del Poder Judicial, militares, médicos y penitenciarios. La señora de Olivera, militante católica que despotrica contra los “zurdos” y “el marxismo” y está sospechada de haber sido informante del Ejército durante la dictadura (ver recuadro), habría iniciado la gestión del traslado ante el juez federal sanjuanino Leopoldo Rago Gallo, un encumbrado miembro de la familia judicial cuyana que supo encabezar su amigo personal Otilio Romano (el ex camarista que se fugó a Chile para no ser detenido por su rol en la dictadura) y uno de los primeros jueces en pronunciarse contra la aplicación de la ley de medios. Una alta fuente oficial contó que Rago Gallo recibió de manos de Ravasi los certificados del Hospital Militar pidiendo la derivación de los represores, armó los expedientes y antes de iniciar la feria judicial dejó redactadas las resoluciones con las órdenes de traslado, que firmó finalmente el juez que lo subrogó, Miguel Angel Gálvez. En el caso de Olivera se invocaron problemas dermatológicos, y psiquiátricos en el de De Marchi, patologías que no implicaban riesgo de vida y no justificaban ningún traslado, destacó ayer en un comunicado el Ministerio de Justicia.
Olivera y De Marchi, condenados el 4 de julio último a prisión perpetua y 25 años de cárcel respectivamente, fueron trasladados más de mil kilómetros hasta el penal bonaerense de Marcos Paz. Desde allí, el jueves a primera hora salieron rumbo al Hospital Militar bajo custodia del Servicio Penitenciario Federal. Según la denuncia que presentó ayer el director del SPF, Víctor Hortel, “personal de Seguridad y Traslados” entregó a los represores “al personal del hospital en la sala de atención que ese nosocomio dispone en el tercer piso para detenidos por delitos de lesa humanidad”. “Luego de ser llevados a los consultorios correspondientes, se advirtió que los internos nombrados no se encontraban en la sala donde debían estar”, agrega. “No obstante procederse a una búsqueda exhaustiva por las instalaciones del citado hospital, la misma fue infructuosa, constatándose la evasión de ambos internos”, concluye el relato de los hechos. Además de la investigación de los penitenciarios y de los jueces sanjuaninos, Hortel pidió que se investigue “al personal del Hospital Militar, ya que el mismo no colabora operativamente ni en la adopción de recaudos de seguridad”, apuntó, y enfatizó que “no es posible descartar que personal del mencionado hospital haya incluso prestado colaboración, toda vez que un familiar de Olivera cumple funciones en el referido nosocomio”, en referencia a la psicóloga Ravasi.La Unidad de Investigaciones Financieras (UIF) dispuso el congelamiento de los bienes de los prófugos.
Por la tarde, en otro comunicado, Alak informó sobre la firma de la resolución por la cual el Ejecutivo dispuso ofrecer una recompensa de dos millones de pesos a quienes brinden “información determinante para la detención” de Olivera o De Marchi. El ministro le solicitó a la Corte Suprema, en tanto, que instruya a todos los tribunales inferiores para que no dispongan traslados a ningún hospital dependiente de las Fuerzas Armadas de civiles o militares procesados o condenados por crímenes de lesa humanidad. “Se ha advertido que gran parte de esos traslados ordenados judicialmente no revisten criterios médicos suficientes que justifiquen la atención en dichos nosocomios y el correspondiente operativo de seguridad y traslado”, escribió Alak, y pidió que sean derivados al Hospital Penitenciario Central del Complejo Federal I de Ezeiza, que “está dotado de las especialidades médicas de mediana y alta complejidad, junto con una adecuada infraestructura de seguridad penitenciaria”. “Ante la eventualidad de que un detenido requiera la asistencia de un especialista que no revistiera en la planta del Hospital Penitenciario de Ezeiza, sugerimos que sea el profesional médico quien se traslade hasta la unidad penitenciaria”, solicitó.
El Ministerio de Justicia explicó ayer que “para no incurrir en los delitos de desobediencia o violación de los deberes de funcionario público”, el SPF cumplió con la orden del traslado “a pesar de que se presentaba como injustificada, de dudosa fundamentación y carente de racionalidad”. Consumada la fuga, ayer instruyó a esa fuerza para que no vuelva a trasladar a ningún represor detenido al Cosme Argerich y ordenó que se apelen las decisiones en ese sentido. Los ministerios de Justicia, Defensa y Salud anunciaron además que firmarán el lunes un convenio de creación de una comisión médica para que evalúe el estado de todos los detenidos por crímenes de lesa humanidad internados en centros hospitalarios de las Fuerzas Armadas, para luego determinar si deben permanecer allí o pueden ser trasladados al hospital de Ezeiza o a cárceles comunes